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lunes, 4 de septiembre de 2017

Sincretismo

Junto a las conquistas territoriales el hombre ha buscado el dominio ideológico a través de la sumisión, el exterminio o el convencimiento de los derrotados. La sobreimposición simbólica ha sido una constante en la historia de la humanidad, es decir, el dominio a través de los símbolos (sin querer describo al marketing).


El espacio físico de los templos es el gran escenario de la suplantación (que luego terminará en la conciencia, última conquista). Como apunta Jacques Lafaye en Quetzalcóatl y Guadalupe: "...sobre la base topográfica de dichos santuarios se operó el sincretismo entre las grandes divinidades del antiguo México y los santos del cristianismo...". Así, destrucción y construcción están en la génesis de México, particularmente y de forma más dramática durante la Conquista y los inicios de la Colonia. Los primeros años de la labor evangelizadora fueron el seguimiento de la lucha, ya no con macáhuitl, chimalli, armaduras y corazas, sino con las creencias. Algunos fueron vencidos y otros convencidos. Las ideologías prehispánicas fueron asociadas a ritos demoniacos y aunque las adoraciones indígenas no murieron de un día a otro, fue el convencimiento más que el sometimiento inquisitorial lo que generó nuevos conversos católicos.

Nuestras raíces como nación y como cultura son profundamente sincréticas. Por supuesto que hubo destrucción pero también una belleza sublime en la forma en que los evangelizadores suplantaron la simbología azteca con los nuevos símbolos de adoración y crearon para los vencidos una nueva fe. Ya sea que se crea en el milagro o en la mano del hombre, la transfiguración simbólica de Coatlicue, deidad de la vida y la muerte, madre de todos los dioses, Tonantzin ("nuestra madrecita"), en la Virgen de Guadalupe, lubricó la evangelización. La tremenda imagen de la mujer con faldón de serpientes se convirtió en la madre de expresión dulce cuya tez morena acentuaba su origen local y no la hacía una extraña, como los hombres barbados europeos. Además, qué mejor lugar para erigir un templo Guadalupano que en el cerro del Tepeyac, donde previamente había una ermita para el culto a Tonantzin.

Saber estos pasajes de nuestra historia nos debería provocar orgullo, el sincretismo mexicano es único. No conocer estas raíces nos hace ignorantes del entramado ideológico de nuestros antepasados indios y europeos.

Hace unos días se inauguró "Sincretismo", una macro escultura en Guadalajara. El artista representó a la Virgen de Guadalupe y Coatlicue para formar un objeto que no es la Virgen ni la diosa azteca sino una alusión a la rica mezcla de nuestro origen. Hubo manifestantes que vieron en la obra una falta de respeto a la religión católica. Entre ellos destaca el cardenal emérito de la ciudad cuya postura está más cerca de los furibundos intolerantes del siglo XVI que del arzobispo de Guadalajara quien, con prudencia e inteligencia (dotes no siempre afines a cualquier jerarquía) entendió que el mensaje de la escultura no remite a una ofensa sino a un reconocimiento de nuestra identidad. Quiero pensar que detrás de la protesta hay una intolerancia por ignorancia (al otro, a la historia) y no un motivo político para golpear al presidente municipal tapatío quien, dicen las lenguas, se apunta como próximo gobernador de Jalisco. ¿O ustedes sí creen en el sincretismo entre la cúpula religiosa y el PRI?

Los seguidores de Coatlicue (debe haber pocos) podrían sentirse igualmente agraviados. ¿Extrañaría que un ateo proteste por la existencia de templos y símbolos religiosos en la ciudad? ¿Los que siguen a Blue Demon se condenarán y los fanáticos de El Santo serán salvos? El episodio me lleva a reflexionar sobre la tolerancia que debemos tener para aceptar que no todos creen en lo que uno cree y en la apertura para diferenciar lo que es una obra de arte de un símbolo religioso. Acaso pido demasiado pues, como decía Braque, "sólo hay una cosa valiosa en el arte: las cosas que no se pueden explicar".

La intolerancia yihadista que ha provocado terror y muerte recientemente tiene la misma semilla del fanatismo religioso: sólo admite su verdad. Para amalgamar el odio extremista y dogmático, el sincretismo existe como un milagro de la diversidad.

México es ese milagro.

martes, 29 de agosto de 2017

domingo, 27 de agosto de 2017

Piedra de esperanza

A mediados de los setentas, apenas entrando en la pubertad, gané mi primer salario en una actividad tan excéntrica que mencionarla requiere explicación: empacaba "rocas mascota". El señor de al lado de mi casa, amigo de mis padres, me pagaba 20 centavos por cada pequeña caja de cartón que armaba, le insertaba una cama de virutas de madera, luego una piedra de río de buen tamaño y finalmente un pequeño instructivo. La caja, naturalmente, tenía varios agujeros como son las cajas que albergan mascotas. La piedra, decía el ingenioso folletín, era fiel compañía, era obediente, podía bajar escaleras (con algo de ayuda del dueño) e incluso servía en caso de defensa. De entre todas las cualidades de aquella bola mineral, ésta fue la que más grabé en mi memoria.


A las piedras les hemos atribuido un montón de cualidades y poderes, representan bien aquello de que, como las marcas, valen más por lo que significan que por lo que son. De ahí los amuletos y talismanes. Los mexicanos somos, como muchas otras culturas, fervientes creyentes en símbolos. De comprobarse que una piedra mascota pudiera evitarnos peligros y descalabros, todos traeríamos una. A mí, por ejemplo, me gustaría apedrear a la corrupción y a la impunidad, tanto que dejaran de ser uno de los sellos distintivos, por ahora, de nuestra cultura (de nuestro modo de solucionar muchas cosas en el día a día).

Asistí hace unos días a una conferencia de Claudio X. González, presidente de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, asociación civil que se ha propuesto combatir estos dos males desde la ciudadanía. Con cifras y argumentos contundentes y muy bien fundamentados, Claudio muestra el profundo rostro de este flagelo social y el gran costo que tiene para México. La parte medular de su mensaje es él mismo: la participación de la sociedad civil es fundamental, el cambio esperado ha de surgir no desde el poder y sus estructuras sino a pesar de éste, gracias al involucramiento de miles, de cientos de miles y de millones de mexicanos que necesitamos tener conciencia sobre este problema y encararlo bajo un enfoque serio, profesional y ejecutable. Estas tres condiciones las cumple el planteamiento de @MXvsCORRUPCION.

En "Cómo cambiar culturas de corrupción", Paul Collier expone el caso de Dinamarca. Los daneses, dice, nacen en una sociedad honesta y heredan la expectativa de que ellos como siguiente generación serán también honestos. Collier describe la cultura danesa. Por ello Claudio tiene razón cuando dice: "México no está condenado a ser un país corrupto". Porque dado que la corrupción es cultural (lo que le da su mayor resistencia), también es combatible (que sea cultural también es su mayor debilidad). "Cultural" aquí no significa genético ni inmutable sino modus operandi, comportamiento, hábitos. Necesitamos cambiar de hábitos (modificar nuestro código cultural) para romper la tendencia torcida (contraria a lo que sucede en Dinamarca) donde un mexicano nace en una sociedad corrupta y hereda la expectativa de que es el único modo de ser en México.

"Somos buenos para cambiar la Constitución pero no para cambiar la realidad", dice Claudio. Nuevamente atina pues es esa realidad el comportamiento cotidiano que forja futuro. Me queda claro que este hombre ha iniciado, desde hace tiempo, una verdadera cruzada (quizá de ahí la X que siempre lo acompaña) junto con otros profesionales que verdaderamente están encarando bien el enorme reto que tenemos todos. No deben estar solos. Su llamado es el gran cuerno de la tribu convocando a la acción desde nuestras diferentes capacidades.

Ahí, entre los asistentes, había una cara conocida: Samuel Nisenbaum. Él me invitó a la conferencia. Me dio mucho gusto verlo en primera fila. Al saludarlo recordé de golpe el color naranja de las cajas de cartón de sus "rocas mascota" y la generosidad que tuvo cuando fue mi primer patrón. Ahora promueve otros métodos defensivos alejados de la Edad de Piedra. Supongo que así es el destino y que no es casual que aquellas piedras de río empacadas por mí sirvieran como defensa definitiva, por algo hubo un David para un Goliat, quizá para recordarnos que las batallas pueden ganarse aunque parezcan imposibles.

Si no apoyamos esta causa no podremos tirar la primera piedra.

lunes, 21 de agosto de 2017

Generosos e Interesados

Bastante sacudido está el mundo luego de las tremendas formas en que grupos radicales han expresado su odio por quienes no son como ellos, por los que no creen en lo que creen ellos, por quienes tienen un color de piel distinto, su odio siempre latente como parte de la condición humana, reprimido temporalmente y que ahora, con la puerta abierta por quienes se supone que tendrían que ser los cancerberos, derrama sangre inocente para sembrar el terror en Barcelona, en Charlottesville, en Cambrils.

El antagonismo social no sólo está alimentado por líderes como Trump que ven la vida como un sistema de confrontación permanente, también por la reconfiguración del orden mundial en cuanto a política y economía. Los procesos de globalización han derribado fronteras y han fomentado una convivencia inédita. Nadie odia lo que no conoce. El mundo hipercomunicado ha expuesto la existencia de los otros y, aunque para muchos representa una oportunidad, para otros (los nacionalistas) representa una amenaza. Ante ello el discurso es la construcción de muros, el radicalismo que rechaza la integración y que, en su nivel más grave, está dispuesto a sacrificar su vida.

¿Por qué los extremistas ven una amenaza en los otros? A riesgo de ser simplista diré que tienen miedo de perder privilegios. Pensemos en los que votaron a favor del Brexit o quienes se oponen a la migración (incluso legal) en EU, generalmente son grupos que ven en el Estado una fuente de beneficios (subsidios, empleo, seguridad social y pública). Ven sus beneficios diezmados; el Estado tendrá menos recursos para repartirles. Su lógica está guiada por un interés en tomar y recibir, no en dar.

En Dar y Recibir, por qué ayudar a los demás conduce al éxito, Adam Grant expone lo que ha aprendido de estudiar miles de organizaciones (es totalmente aplicable a la sociedad en general). Dice que en las empresas hay un grupo de personas que están siempre viendo qué pueden sacar de los demás, son los Interesados, los que "no dan brinco sin huarache", los que abusan de ti si te dejas, los que a pesar de ser simpáticos y muy sociables, hacen daño. Existen también los que piensan en ayudar a los demás todo el tiempo, los Generosos, quienes muchas veces anteponen su satisfacción por los demás. Finalmente, en medio, los Equitativos.

Sus hallazgos son interesantes. Usualmente los de peor desempeño son los Generosos. ¿Son los Interesados los mejores? No. Ah, entonces ¿los Equitativos? Tampoco. No nos vayamos con la finta, los Generosos figuran también como los de mejor desempeño. Un Generoso hace mejor a la organización pero necesita de ayuda. Grant da tres recomendaciones para tener una cultura donde los Generosos florezcan. Primero, hay que protegerlos. Cuando estos no son valorados, se van apagando. Segundo, fomenta una cultura para pedir ayuda. Pedir ayuda es algo que cuesta trabajo a todos. Para que haya una cultura de generosidad debe fomentarse el pedir ayuda, el Generoso debe saber que lo correcto es dar pero también recibir. Y tercero, no basta con reclutar generosos, estos tienden a ser nulificados ante un solo Interesado, hay que eliminar la conducta de los Interesados o bien separarlos de la organización.

Para Grant, hay 4 cuadrantes para medir a las personas. Los Agradables/Generosos, como la Madre Teresa, los Desagradables/Generosos, como el Dr. House (no es simpático pero tiene un talento con el que salva vidas), los Agradables/Interesados, como los partidos políticos en México (tienen cara de ser agradables, fingen interesarse en ti, ciudadano, pero en el fondo buscan su propio interés, y por cierto están de fiesta porque toman de nosotros una cifra récord millonaria) y los Desagradables/Interesados, como Trump.

Para una mejor sociedad es muy sugestivo el que debemos neutralizar el daño que hacen los Interesados y fomentar que haya más Generosos. Los extremistas son por naturaleza Interesados, nada más dispuestos a tomar, no a dar. Ante ellos conviene recordar las palabras de Golda Meir: "La paz llegará cuando los árabes amen más a sus hijos que lo que nos odian a nosotros". El mundo se debate ante ideologías opuestas, sí, pero en el fondo la lucha es entre Generosos e Interesados.

Ser Equitativo ya no es suficiente.


domingo, 13 de agosto de 2017

Nueva generación

Los cambios sociales trascendentes se dan súbitamente ante un efecto de choque que edita nuestro sistema de comportamiento grupal (pensemos en la adopción del gel desinfectante ante la amenaza del virus H1N1 hace unos años) o bien mediante un cambio gradual (como fue el uso del cinturón de seguridad al conducir). Lo primero, dado su carácter disruptivo, suele ser poco grato. Generalmente los cambios planeados son una mejor alternativa.


En estas páginas se ha propuesto que para acabar con la corrupción debe haber una campaña focalizada para rendir frutos concretos en ciertas áreas como la circulación de vehícu- los (Reforma, 30 de julio de 2017). Me dio mucho gusto leer este planteamiento porque desde hace varios años yo he comentado que en el territorio de la vialidad (asunto mayor a la circulación de automóviles) tenemos un terreno fértil para lograr cambios concretos en nuestros usos y costumbres (o sea, en nuestra cultura). El tema de fondo es conseguir avances en un territorio que todos puedan observar para generar la confianza social de que otros cambios son posibles.

Además del uso de tecnología y de campañas como un Día Sin Mordidas, deberíamos visualizar que alrededor de la vialidad están prácticamente todos los ciudadanos: los dueños de vehículos, los que usan el transporte público, los que caminan, los que se mueven en bicicletas, los niños que van en los asientos traseros y son los futuros conductores. Alrededor de todos ellos debería haber una estrategia para crear una educación vial, rama del civismo, si así lo queremos ver, que fuera obligatoria para todos a determinadas edades. Es más difícil exigirle a un ciudadano un comportamiento cuando nunca se le ha adiestrado al respecto previamente, por ejemplo, cuando era niño.

He contado que cuando viví en California tuve una experiencia reveladora mientras iba al volante. Llevaba a uno de mis hijos a la escuela y afuera de ésta había un operativo cotidiano: los niños de primaria dirigían el tráfico de vehículos y peatones (bajo la supervisión de un adulto, padre de familia o maestro). Investidos con chalecos brillantísimos, un silbato y uno de los símbolos más fuertes de la legalidad del vecino país, la señal de STOP, los pequeños verdaderamente eran la autoridad vial en ese momento, no estaban jugando al tráfico, estaban practicando las bases de un Estado de derecho como parte de su formación básica.

El caso es que de pronto una chiquilla de unos 10 años atravesó mi campo visual frente al parabrisas con una señal de STOP. Me detuve al instante y observé cómo cruzaban la calle otros chicos y sus mamás. De pronto e involuntariamente aflojé el pedal de freno y mi auto se movió unos centímetros. La pequeña oficial captó mi desacato y con su silbato y su mano me señaló como si en la escuela hubiera carteles con mi foto y la leyenda "se busca". Uno de los adultos supervisores anotó mis placas y al poco tiempo recibí una amable carta de la directora donde me invitaba a respetar las normatividades viales afuera del colegio.

Cuando saqué mi licencia de conducir en aquel estado, no sólo pasé por un riguroso examen sino que un empleado de la oficina de vialidad se subió conmigo para dar una vuelta y validar mis condiciones como conductor. Solo después de esto me dieron la licencia que es, a decir del discurso gubernamental, un beneficio que el Estado otorga mientras cumplas con la ley. Por ello, ante faltas graves, una de las sanciones mayores es retirar la licencia, es decir, la pérdida del beneficio.

En México deberíamos no sólo reactivar los operativos viales de estudiantes afuera de las escuelas, también debería haber algo como un Servicio Vial Obligatorio para todos los jóvenes a partir de los 17 años y con una duración de uno o dos años. Estos jóvenes tendrían que ver con temas de lucha contra la mordida, respeto a vialidades y reglamento, mejoramiento de trámites, es decir, una preparación cívico práctica que les dé bases de actuar con apego a la ley en otros temas. Para cambiar lo grande empecemos con lo pequeño.

La vialidad es el campo de ensayo, en el fondo necesitamos nuevas generaciones de ciudadanos honestos y cumplidos. ¿Será mucho pedir?

jueves, 10 de agosto de 2017

Ellos y Nosotros

¿De dónde proviene la generación de ingresos de un mexicano? En la mayoría de los casos, de la remuneración por un trabajo prestado honestamente o por la intermediación comercial, legítima de un bien o servicio. Dentro de la esfera de lo que podríamos llamar "gente trabajando" existe un comportamiento tramposo, amañado, que busca esquilmar al prójimo. Se trata de un sistema donde más que ver clientes o usuarios, se detectan víctimas y participan cómplices. Operaciones tan cotidianas que en esa aparente normalidad tienen su camuflaje.

Jorge me cuenta que llega al aeropuerto de CDMX (T2). Va con una caja que él ha empacado razonablemente bien. Se le acerca diligentemente una persona para ofrecerle el servicio de embalado, ya saben, sellar el bulto con metros y metros de plástico hasta formar una mortaja. Mi amigo niega el ofrecimiento y el vendedor insiste: "no se la van a aceptar así". En la entrada de la fila para documentar, el empleado de la aerolínea le señala que tiene que embalar la caja, que ni se forme antes. Jorge paga por apenas un par de vueltas de plástico. "¿Tan poquito?", le dice al embalador, quien confirma que con eso es suficiente. Ya en la báscula de documentación, otro empleado de la misma aerolínea, a pregunta de Jorge, le dice que no era necesario embalar la caja, que se ve bien protegida y que además no es obligatorio, es una decisión del pasajero para proteger sus bienes.

Ante la prestación de un servicio legítimo, el embalaje opcional de equipaje, ha surgido una conducta tramposa donde se coluden empleados de varias empresas. Se trata de una puesta en escena con objeto de aumentar las ventas y repartir comisiones. Ellos caen, Nosotros ganamos. La lógica es lapidaria y se repite en otros puntos. En las llegadas nacionales, justo cuando los pasajeros recién recuperaron su equipaje, están los mostradores que ofrecen servicio de transportación. Estratégicamente, los primeros corresponden a los taxis de mayor categoría (y precio), camionetas ejecutivas que cuestan el doble de los taxis convencionales del aeropuerto (que ya son de por sí caros respecto a servicios como Uber). Muchos pasajeros inexpertos terminan pagando más por un servicio que no querían.

Qué me dicen de la imposibilidad de llevar el carrito que carga las maletas hasta el estacionamiento del aeropuerto. Hay una línea bien delimitada para que los cargadores con sus diablitos puedan operar. Así como los taxistas de aeropuerto y sus patrones (generalmente políticos) ven en Uber y similares enemigos mortales, los maleteros ven en la tecnología de los carritos empujados por pasajeros, el fin de su vida. Es el antiguo régimen que se niega a morir, ¿suena familiar?

Este comportamiento de esquilmar a quien se deje es un patrón que se replica en muchos otros ámbitos de la vida nacional. Va desde los actos triviales que se solucionan con monedas hasta entramados con obra pública que llevan transferencias millonarias de por medio. En ambos casos existe una ruptura o un socavón, dejamos de ser un Nosotros, una comunidad integrada donde ganemos todos, para ser una comunidad dividida donde si Ellos ganan, Nosotros perdemos. Así que hay que hacer que Nosotros ganemos aunque Ellos pierdan.

El país no mejorará sus condiciones de conducta ética si la sociedad no participa para bien (hoy un gran porcentaje de la población se presta a esta depredación del prójimo). La falta de valores cívicos es una crisis que rara vez se menciona.

En la película Dunkerque, largamente ovacionada por la crítica, se destaca el gran valor estratégico que tuvo el rescate, milagroso, de más de un cuarto de millón de soldados ingleses, franceses y belgas en la costa norte de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Sin el éxito de esta operación probablemente los alemanes no habrían sido derrotados. Destaco la participación de embarcaciones civiles que valientemente asistieron a los soldados caídos (o no), para llevarlos de vuelta a Inglaterra.

No vi ciudadanos esquilmando soldados mientras estos flotaban a la deriva. Vi solidaridad y compromiso moral por una causa. La película nos deja un gran sentido de logro gracias a que de entre un Ellos y Nosotros, surgió un Nosotros capaz de lograr el milagro, uno tan grande y posible como el que México reclama.

Campos mórficos

Violencia e inseguridad son quizá el reto más grande que enfrenta el país. Si los males se curaran con diagnósticos, seríamos una potencia mundial en soluciones. Ya sabemos de la corrupción e impunidad, también de nuestra necesidad de un Estado de derecho para que México cambie. Pero ¿dónde empieza el cambio?

Necesitamos un cambio cultural. No aquel que borre nuestro pasado y tradiciones, sino aquel que reprograme nuestros hábitos sociales. La pregunta es ¿cómo se reprograman las prácticas cotidianas de una sociedad? Otras veces he expresado mi optimismo (que aquí refrendo) al decir que todo sistema social es modificable, que necesitamos actitudes de contagio positivo o "metáforas de cambio posible" donde un mexicano ve un cambio positivo a partir del ejemplo. El punto crucial es que lo positivo y lo negativo son contagiables. La sociedad es como un cuerpo y mente colectivos y puede infectarse. Veo al país contaminado por un virus delincuencial severo.

Hay sociedades donde se siente una vibra o (para aquellos que quieren conceptos concretos) una actitud generalizada hacia cierto tema. Es fácil identificarlo, los habitantes hablan de ello en el café, las noticias lo replican. Ese tema dominante influye en el comportamiento de todos.

Jorge Fernández Menéndez ("Sepelio de El Ojos y base social del crimen", Excélsior, 26 de julio de 2017) da en el clavo: "...hay cientos de miles, o quizás millones, de personas involucradas de una u otra manera en el crimen organizado...". Coincide con Sara Sefchovich en su libro ¡Atrévete!, donde menciona que para revertir la delincuencia no se trata de regenerar el tejido social, pues éste es más sólido y compacto de lo que creemos; que la familia es un apoyo para lo positivo pero también para lo negativo, que las mujeres deben atreverse a romper con este apoyo hacia el mal. En el mismo sentido, Reforma expuso hace unos días que El Ojos tenía una red político-policial y mencionó cómo el sistema de mototaxis en realidad funciona como una red de halcones. Este funcionamiento es similar a las células del cuerpo. ¿Pensar en soluciones biológicas es descabellado?

El biólogo Rupert Sheldrake acuñó el término "campos mórficos" para explicar que todos los individuos de un grupo social estamos conectados a nivel energético, lo que produce comportamientos similares, aun cuando no haya contacto físico. El que una parvada forme simétricas estructuras mientras vuela, el que nuevos individuos entre los animales o entre los humanos nazcan con habilidades que sus antepasados desarrollaron es por el campo morfológico o mórfico. ¿No acaso hablamos de "nativos digitales" y vemos a bebés manipular aparatos tecnológicos con naturalidad? Existe, dice Sheldrake, una resonancia mórfica (propagación energética de información) en la sociedad, de ahí un patrón de conducta que domina.

La lucha contra la delincuencia organizada debe empezar por entender que esa organización no sólo es a nivel físico. Hay un campo energético social que influencia a la comunidad (con manifestaciones físicas como la apología a los criminales, las noticias, el cine, la música, la indiferencia, el sentido de desesperanza, el robo generalizado de combustible y más) del mismo modo que dos objetos se atraen por un campo magnético. Cuando las sociedades florecen, la energía social de contagio es positiva (pensemos en el Renacimiento, en el esplendor grecorromano, o en países donde domina una tendencia, como el número de premios Nobel o patentes que produce), cuando degeneran sucede lo contrario. En ambos casos se atrae y se genera más de lo mismo.

En México no domina la ética, la ciencia, la investigación, las artes, el emprendimiento, la filosofía. Sin embargo hay mexicanos muy talentosos en estos campos. Lo que domina es la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción, la impunidad. Y también hay mexicanos muy hábiles para ello. Inclinar la balanza hacia lo positivo implica generar energía positiva, empezando por nuestro pensamiento, lenguaje y acciones. Y por supuesto, una estrategia educativa para todas las edades y todos los segmentos sociales en los temas que queremos que dominen en nuestra vida cotidiana.

Hay por supuesto una estrategia esotérica: esperar la fuerza de la ley.