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domingo, 27 de diciembre de 2015

Alex, el papel de la violencia

La pistola te está apuntando. Hay rifles de distintos calibres para todos los gustos y macabras sentencias, como un gran bazar de la violencia; el AK-47 destaca por su cargador en curva, también hay pistolas, miras telescópicas, un chaleco antibalas, gafas especiales y pasamontañas para esconder el rostro del crimen, un cuchillo de punta aguda y gruesa empuñadura, un avión privado que llevará la droga, una pick-up blindada, y en medio de este mortífero arsenal dos figuras humanas subrayan la vocación destructiva, sicarios con pasamontañas, uno amenaza con un cuchillo dentado como fauces de un lagarto implacable, otro con una pistola que no apunta a nadie, pero en realidad te apunta a ti. El arsenal debería importarte. Habla de lo que amenaza a tus hijos, habla del México que hay y del que viene, habla de Alex (cambié su nombre real), y Alex, autor de este dibujo que he intentado describir, tiene apenas 8 años.

Me faltó un pequeño detalle: a modo de encabezado, de dos nubes salen sendos rayos, tormenta fulminante que Alex ha firmado con el pseudónimo de "José Luis", el capo en potencia que se desarrolla en la mente de un pequeño que creó todo esto tras responder a "Dibuja las cosas que te gustan", en su taller de artes plásticas. Al preguntarle el motivo de usar un pseudónimo, respondió: "será mi nombre de sicario cuando sea grande". La realidad ocultada, o mejor dicho, develada, Alex es el rostro del México que asegura una continuidad generacional en los índices de violencia, somos el país que cambió los hallazgos de cabezas olmecas por cabezas sin cuerpo. Alex no son todos los niños de México, pero muy buena parte de los niños de México que todos los días absorben, consciente o subconscientemente, grandes dosis de violencia que va, desde la aparente lejanía de la nota roja, hasta la violencia cotidiana de la calle donde habitan y aprenden su idea de vida.

Alex es el marcador de una contienda donde vamos perdiendo el futuro, a menos que..., a menos que haya más intervenciones como la que se hace en zonas de alta peligrosidad de la ciudad de Tijuana. Como parte del movimiento Tijuana Innovadora, que integra varias iniciativas que buscan lograr cambios sociales positivos, Casa de las Ideas hace talleres artísticos en zonas vulnerables. Los especialistas que atendieron a Alex hicieron un asombroso descubrimiento.

La influencia que tiene Alex para sus dibujos son los narcocorridos que escuchan en casa sus hermanos mayores. Alex tiene notables habilidades para la música, es entonado y de buen ritmo, lo que realmente le gusta es la música. Los especialistas determinaron que cambiando lo que entra por sus oídos cambiarán sus pensamientos, cambiarán sus aspiraciones.

Me dice Francisco "Tico" Orozco, director de Casa de las Ideas, rescatista de conciencias, enderezador de futuros, "el verdadero enemigo que enfrentamos es la aceptación cultural de la violencia y la delincuencia". No puedo estar más de acuerdo con él. Éste es el principio por el cual ciertos fenómenos, como la corrupción, ¡sí son culturales!, forman parte de la cotidianidad, son pequeños actos tolerados que día con día suman para formar reglas de vida en una sociedad. "Cultural" no debe entenderse, en este contexto, como "endémico" o "racial", sino como una característica social (de sociedad, entramado de relaciones humanas donde se escriben reglas). La buena noticia es que así como puede "formatearse" a un niño de 8 años, también una sociedad es objeto de cambio.

Entender el rol del modelo dentro de un sistema social es crucial para provocar un cambio. El modelo forja conductas, es idea de futuro. Cambiando el modelo podemos cambiar el sistema y la conducta. El reto es grande pero no imposible. Un niño que pretende estar en un estadio, desde el patio trasero de su casa, se puede divertir en grande, ¿por qué?, el juego es el fútbol, el juguete es la pelota, y el modelo es Messi; en la mente del niño, cuando él dispara el balón, se agitan las tribunas del Camp Nou.

Que alguien le diga al Consejo Nacional de Seguridad Pública: la cultura cura.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Hip-Hop y seguridad pública

El presidente Peña mencionó durante la sesión XXXIX del Consejo Nacional de Seguridad Pública que el gobierno no es el único responsable ante la inseguridad que vive el país e hizo un llamado a los demás niveles de gobierno y a la sociedad civil para que colaboren desde su trinchera. Estoy de acuerdo con él, la solución implica una intervención en conjunto y de alguna forma reconoce la incapacidad del Estado para luchar contra la inseguridad, si los demás no hacemos nuestra parte.

Jamás pensé encontrarme en esta triste realidad, por andar robando carros a la cárcel vine a dar...

Mencionó el Presidente 5 medidas a las que dará prioridad: profesionalización de policías, mejorar el sistema de respuesta inmediata vía un número de emergencia, consolidar el Nuevo Sistema de Justicia Penal, poner énfasis en la protección de los Derechos Humanos y afianzar la participación social. Ignoro los alcances del último punto, espero que ahí esté contemplando usar el arte y la cultura como estrategia transformadora de conductas.

Una entrada y dos caminos es todo en la vida, tú decides cómo entras y cómo terminas, no es un acertijo, tan sólo es un consejo, no quiero que acabes siendo mi reflejo...

Francisco Tico Orozco dirige Casa de las Ideas, brazo de Tijuana Innovadora, donde a través del arte y la cultura transforman conductas en comunidades expuestas a la violencia y delincuencia cotidianas, y en tutelares con menores de edad, mediante 17 tipos de talleres (artes plásticas, apreciación musical, cine, literatura, teatro, fotografía, periodismo, radio, danza y más). Me cuenta Tico de un grupo de jóvenes en el tutelar que en el taller de hip-hop empezaron escribiendo letras violentísimas, rimas que hablaban de exterminar al rival, ejecutar a su madre, padre, hermanos, verdaderos versos de muerte y odio. Gradualmente operó un cambio. Les llevaron al reclusorio a un famoso cantante de rap que les sirvió como modelo positivo; cambió sus pensamientos, cambiaron sus letras. Se volvieron reflexivas.

...dejen de soñar y de vivir en fantasías si no quieren que sus sueños acaben en pesadillas. Recuerdo mi desgracia no me hace gracia, veo la consecuencia y le tomo importancia, deja la delincuencia y la vagancia lo único que ganas es la sentencia y la estancia...

No sería descabellado que como parte de la quinta medida anunciada por el Presidente, afianzar la participación social, la nueva Secretaría de Cultura trabajara de la mano con otras instancias de gobierno y con iniciativas privadas como Casa de las Ideas para aprender de las intervenciones exitosas que ya se hacen. No son los internos quienes nada más necesitan una readaptación social, es todo el país. México necesita una reprogramación cultural y una de las formas de conseguirlo es cambiando los modelos que inspiran conductas y que terminan por influenciar todo el sistema. No me cansaré de apuntar que fenómenos como la corrupción y la violencia sí son culturales cuando un grupo social los tolera como parte de la cotidianidad.

Estaba muy morro y pasaba noches frías, desde los once años ya comienzo en las pandillas, las drogas y mujeres todo lo que pasaba, ahora entiendo gente que sólo me envenenaba.

La narrativa social que tenemos y toleramos hoy fomenta una continuidad delincuencial porque los modelos de los niños y jóvenes son adversos al país que muchos anhelamos. Mientras esto no cambie, la estafeta generacional del crimen está garantizada. Resolver el fenómeno implica distintos usos de fuerza, como la del arte y la cultura, por ejemplo, que sensibilizan e insertan nuevas narrativas donde modelos positivos inciden en nuevas conexiones mentales que a su vez generan nuevos actos.

Presta importancia y pon mucha atención porque me esforcé para hacer esta canción estar en la prisión no es como en televisión pero en este lugar fue donde aprendí mi lección...

Un tributo a Casa de las Ideas y la mente generosa y genial detrás de Tijuana Innovadora. Escucha aquí la canción completa: http://bit.ly/MiRealidadAudio

domingo, 13 de diciembre de 2015

Rendichicas

No se espanten las buenas conciencias con el título de esta columna, cuyo nombre evoca figurativas asociaciones o morbosa imaginación, como los apelativos que el inigualable Armando Fuentes Aguirre, Catón, suele usar para contar los eróticos lances de un Afrodisio Pitongo. No va por ahí sino más al norte, para ser preciso, donde empieza la patria, ese espacio fronterizo que todo lo contiene, crisol de sueños y mexicanidad, colindancia con el "otro lado", cuna de una ensalada de gusto mundial con nombre de emperador romano, tierra de líneas y diagonales, desde las garitas hasta las rayas en un burro pintado, garlito para turistas norteamericanos que se toman fotos con cebras, en una avenida de nombre insurgente que nos recuerda que no siempre la revolución es una lucha intestina, también es el corazón de una ciudad altamente creativa, cambiante, vigorosa, donde los habitantes hablan en pesos y en dólares, y la innovación parece ser endémica. Aquí en Tijuana encontré las Rendichicas.

Hace tiempo conocí un caso singular, unas gasolineras capaces de atraer clientes de forma envidiable: los automovilistas hacían inusitada espera para ser atendidos (en la competencia los podrían recibir sin espera alguna). Tomando en cuenta que la gasolina es un producto genérico con precio controlado, ¿qué valor adicional haría que los clientes tuvieran una preferencia tan marcada? Estas originales gasolineras ostentaban una leyenda donde ofrecían otro producto, uno altamente escaso en la industria y en el país: "Rendilitros, litros de a litro". En un entorno donde se tiene la sospecha (para decirlo suavemente) de falta de honestidad, vender litros completos resultó un gancho fenomenal.

"Le servimos 47 litros completos", escuché decir a un empleado, que remató: "cheque su medidor y recomiéndenos". Guardé ese recuerdo y lo recobré durante mi reciente paso por Tijuana, laboratorio de la posmodernidad, como le han llamado algunos teóricos para ilustrar cómo se vivirá en ciudades altamente híbridas. Ahora, los Rendilitros son despachados por las Rendichicas. La empresa tuvo el tino de contratar mujeres para todos sus puestos de servicio y pintar de rosa varios espacios de la estación, con lo que se distinguen de su competencia; además las chicas usan una pañoleta rosa al cuello y vivos del mismo tono en el uniforme. Con la liberalización del mercado y la inminente competencia de gasolineras, Tijuana es un ensayo para el futuro. No puedo dejar pasar el hecho de que generalmente atribuimos a la mujer más características de confianza y credibilidad que a los hombres. Si pudieran vender gasolina rosa, lo harían.

La historia encierra más lecturas. Así como es triste que el producto demandado sea la honestidad, algo que se supone tienen todos los distribuidores, el caso recuerda que hay empresas que hacen algo que es correcto y ético, pero no lo dan a conocer, piensan que al ser un estándar de la industria, no tiene caso cacarearlo. Pecan de modestia. Es una omisión y un error no divulgar características que en medio de tanta putrefacción deberían sobresalir como los litros de a litro en un mercado que hace cuentas chuecas y escatima mililitros. Un beneficio estándar deja de serlo cuando los demás en la industria no lo hacen y cuando representa un beneficio significativo para el último consumidor.

Recientemente Pemex abrió una gasolinera en Houston. Dicen que hasta ahora el mercado México-norteamericano, donde la nostalgia azteca inclina la balanza, ha favorecido a una marca que desea probar su valor allende las fronteras. En México, la paraestatal no ha podido contener el hurto hormiga a millones de mexicanos que reciben dudosos litros.

Quizá las gasolineras Pemex en Estados Unidos deberían usar un burro, claro, pintado de señuelo. Y aunque el galón lo cobren más caro, le quedaría al consumidor norteamericano su foto con la cebra. Ah, y no debería faltar un audio al activar la bomba, con el mexicanísimo "¡está en ceros!", para reforzar ese valor tan escaso, que en Tijuana se vende bien.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Primera, segundón y volantazo

Mi abuelo solía decirme que le gustaba sentarse en una banca de la Avenida de los Insurgentes a contar vehículos. Quien veía carros como si fueran luciérnagas se ufanaba de nunca haber tenido un automóvil. Para ir a trabajar caminaba todos los días, de la Condesa al Castillo de Chapultepec, donde restauraba pinturas históricas y hacía retratos de héroes y caudillos. En el camino cultivaba la amistad de boleros y otros personajes urbanos, como un sastre español de nombre Elías, de quien recuerdo su olor a puro, en la esquina de Ámsterdam y Sonora (coordenadas de ficción para una ciudad de vibrante realidad).

La supuesta modernidad ha desplazado al peatón, colocando al automóvil en el centro de la metrópoli. Signo fatal de nuestro tiempo: caminamos poco y manejamos mucho. Tras el anonimato del volante los automovilistas agreden más que los peatones (es más fácil mentar la madre en cuatro llantas que en dos piernas) y, al ser dueños del camino, los automotores han propiciado ciudades agresivas. A pesar de sus ventajas, el motor deshumaniza; en el auto tienes placas, en la banqueta rostro.

En breve entrará en vigor un nuevo Reglamento de Tránsito del Distrito Federal, que en uno de sus principios rectores establece que "La circulación en la vía pública debe efectuarse con cortesía, por lo que los ciudadanos deben observar un trato respetuoso hacia el resto de los usuarios de la vía..." y en su artículo 7 habla de "...generar un ambiente de sana convivencia...". Me temo que un reglamento no cambiará la ferocidad vial acumulada por décadas, en sana convivencia. El cambio vendrá de sembrar gradualmente una educación cívica y ética, acompañada de un urbanismo humanitario, que induzcan comportamientos favorables. Eso sí, el nuevo reglamento engrosará el erario. Aumentarán las multas más que la civilidad vial.

Aunque tiene cosas positivas, como la acumulación de puntos negativos y la suspensión (por tres años) de la licencia a un conductor reincidente, el reglamento es ambiguo. Habla de mantener "distancias razonables" entre tu auto y el de enfrente. En otros lugares esa distancia no es subjetiva, si no puedes ver la placa posterior del automóvil frente a ti, estás demasiado cerca. O dice llanamente que hay que indicar una vuelta con luces direccionales y se debe cambiar de carril en forma escalonada; en California el reglamento ordena activar las direccionales 5 segundos antes de efectuar el cambio de carril. Esta subjetividad induce a interpretaciones variadas y no favorece prácticas que provoquen cambios concretos, pequeñas grandes victorias viales.

Una sociedad dice mucho de cómo es y de sus valores a partir de la forma en que los diferentes actores se conducen en la vialidad. La forma en como nos movemos es el fondo del ADN social. Ordenar asuntos de vialidad tiene una resonancia mayúscula para generar cambios, por imitación, en otros órdenes de la vida social. No lo ven así nuestros políticos. Mejorar la manera de relacionarnos en la calle es una reforma subterránea, que de raíz podría cambiar mucho del comportamiento negativo asociado al mexicano. Los cambios de conducta vial moldean nuestro sistema cultural.

Cuando eres peatón mexicano en algunas ciudades de EU, sientes el mundo al revés. Extrañamente los autos se detienen para darte el paso aunque no haya semáforo. Tú dudas un segundo y luego avanzas. Das las gracias a un automovilista desconcertado por tu señal. Y caminas entre incrédulo y soberbio.

En California los operativos viales en las escuelas son realizados por estudiantes de primaria, supervisados por padres de familia y maestros. Los pequeños están investidos con la autoridad y el peso de la ley, sus amonestaciones tienen efectos reales. Los niños aprenden a respetar, ven que hay un orden y que los transgresores pagan consecuencias. ¿Sería descabellado que la SEP incluyera en sus planes educativos una materia de vialidad?

En el embotellamiento que detiene al país, la avenida del cambio no es en realidad una avenida, se parece más a un salón de clases.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Selvas, lagunas y nomofobias

La velocidad es una trampa contemporánea, un juego en el que participamos al empuje de un oleaje tecnológico, una forma de vida que celebra la fugacidad de dos palabras: más rápido. La gratificación instantánea promete desde subir una bastilla, cambiar de color el pelo, tener, en pocas semanas, conversaciones fluidas con rusas, hasta que tu teléfono celular haga lo que quieres, más velozmente que el modelo anterior o la red G del mes pasado (ahora demasiado lenta para los nuevos estándares). Vivimos la era de lo ipso facto.

Cuando era niño, los televisores encendían a fuego lento. Había que esperar que los bulbos se calentaran para que surgiera la imagen desde un punto luminoso en el centro de la pantalla. También había que esperar siete largos días para ver las 24 fotografías de tus vacaciones. Había que esperar que abrieran la librería para conseguir un libro. ¡Había que esperar! Hoy ya no se espera por nada de eso. A medida que las descargas en la web son más rápidas, la paciencia está en peligro de extinción.

Viene bien bajarle el ritmo a la vida, escapar de la vorágine y buscar conexiones más allá del wifi o del celular, artilugio que nos libera y a la vez nos encadena, una especie de cuerda que nos engancha al mundo, sin ella estamos en el vacío más profundo y desolado. Se llama nomofobia al miedo de salir sin celular (no mobile phone phobia). Me confieso nomofóbico; sé lo terrible que es llegar a un restaurante y antes de pedir una bebida, pedir la clave del wifi.

Experimenté varios días sin señal de celular y muy esporádica de wifi. En la laguna de Bacalar, uno de los tesoros naturales de México, se rema lentamente, de la misma forma que durante el día, según cambia la luz, van apareciendo sus siete colores, del amarillo claro (donde el suelo es arcilloso y caminas como entre arenas movedizas), a diversos tonos de azul, el más oscuro en los profundos cenotes, parte de la laguna.

En vez de bajar correos electrónicos me puse a observar aves, tuve que esperar que apareciera una por aquí, otra por allá; no eran parte de una presentación en Power Point donde mi dedo sobre una tecla marca el ritmo.

Hacia el oeste de Bacalar, recorrí las zonas arqueológicas de Kohunlich, Becán y Chicanná, ciudades mayas de notable belleza, inmersas en la espesura de la vegetación. En la selva tropical todo es demasía, los tonos de verde y las texturas de las cortezas, la humedad y los mosquitos. Los rescates arqueológicos de estas zonas implican una enorme labor manual y detallada, el paciente acomodo de piedras y el minucioso registro de los hallazgos y las mediciones. El arqueólogo no cuenta los segundos, sino los meses o los años.

La vida de nuestros antepasados mayas no tenía internet, pero sí momentos de contemplación, otra forma de conexión con el mundo. Las ruinas mayas son habitadas por muchos árboles con raíces a flor de suelo, que al horadar entre las piedras, las abrazan. Una forma de reclamo patrimonial legítimo a cargo de ceibas, caobas, zapotes, el otrora codiciado palo de tinte, palmas de corozo, tzalames, chechenes y chakás. Estos dos últimos encierran parte de la cosmovisión maya, el balance entre lo positivo y lo negativo. El chechén es un árbol cuya savia produce severísimas quemaduras en la piel, que se mitigan al hervir hojas de chaká. A metros de un chechén, hay un chaká. ¿Cuánto tiempo tardaron los mayas en descubrir esta relación? Seguramente muchísimo más de lo que hoy Google tarda en responder una pregunta.

El trayecto nocturno en kayak en la laguna de Chakambakam, para avistar cocodrilos, murciélagos y otras especies, es un ejercicio de contemplación más allá de cualquier resolución en una pantalla. Ver el reflejo de la luna llena sobre el agua, mientras te detienes entre nenúfares y sientes la profunda calma de la noche, bien valdría un ritual de purificación donde todos aventáramos el celular al agua o, mejor aún, al Xibalbá.

He llegado a una certeza definitiva: así como los chakás neutralizan a los chechenes, las lagunas curan la nomofobia.

domingo, 22 de noviembre de 2015

El otro buen fin

Por alguna razón que no alcanzo a comprender, los mexicanos somos, en general, mejores para criticar que para hacer. El ejercicio de la crítica nos sienta bien, es algo tan cercano y común como el tequila y el mariachi en una fiesta patria. La crítica no es gratuita, se alimenta de la duda. Por razones históricas somos desconfiados, y en una nación de incrédulos, la duda es el pavimento por donde avanzan las explicaciones. En los mandamientos no escritos de nuestro código cultural se leería: Si algo existe, es sospechoso. Y también: Si algo es demasiado bueno, es más sospechoso.

Hace unos días recorrí un lugar donde se conjugan los motivos, un crisol donde cabe la fe, la ciencia, la esperanza, las muecas de dolor y las sonrisas, los pies inmóviles y los pequeños pasos, el aplauso por un leve movimiento y el silencio ante la postración definitiva; un lugar que oculta mensajes en su arquitectura, ese lenguaje de piedra que honramos tanto de nuestro pasado, salvo que aquí, no baja Quetzalcóatl, aquí, en este lugar, la arquitectura invita al movimiento, ese antagónico de la parálisis que todo lo anquilosa, detiene, agota, mata. Un lugar donde se apuesta por el color vibrante, esa forma tan mexicana de decirle al mundo que somos alegres y festivos.

Este lugar es un sitio de lucha diaria. Pude ver una madre empujando en una silla de ruedas a su pequeño hijo. Entraron a la capilla. La escena era conmovedora, escuché un diálogo silencioso. A unos metros de ahí, en una gran piscina cubierta, varios papás y mamás alentaban los primeros pasos de sus hijos en edad de escuela primaria. A un lado de la alberca, las instructoras o terapeutas dirigían el breve oleaje de una terapia al día.

Se abrió la puerta y me pareció estar en uno de esos espacios de rayos X. Durante mi infancia fui varias veces atendido en clínicas del ISSSTE. Hoy sé lo que es una atención médica en instituciones privadas, pero nadie me puede contar qué se siente ser paciente, o víctima, de los organismos públicos del sector salud. De pronto recordé unas lúgubres salas de espera donde el nombre "paciente" toma sentido fatal, de pronto recordé que alguna vez fui un número de expediente en un fólder descolorido con un escudo oficial donde unas supuestas manos protegen a una familia. Terminado este recuerdo ráfaga de mi pasado, pude ver que en este lugar tan especial, tienen tecnología de punta.

En una pantalla, una doctora me mostraba en tercera dimensión la imagen de la columna más deforme que yo haya visto, bueno, no es que haya visto muchas antes porque no me dedico a eso, pero ella, la doctora, sí, y me dijo que era el caso más grave de, de algo cuyo nombre médico no suena tan severo como la misma imagen, que además podía manipular retirando estructuras y tejidos para ver en profundidad el tipo de lesión. En otro gran salón, un pequeño de unos 10 años era asistido por un robot, una especie de androide o nodriza de movimiento, con la que el niño ejercitaba su cuerpo, simulando un avance real. Gracias a ese aparato, adelantará muchísimo su recuperación.

En el taller de prótesis observé la dedicación con la que varios técnicos elaboraban complejas piezas, cada una distinta de la otra, cada una con un destinatario, hecha a imagen y semejanza de una parte del cuerpo, pero también al de una esperanza.

Este lugar es un centro de rehabilitación infantil. En México hay 22 y debería ser parte del orgullo nacional. Es un modelo de colaboración entre empresas de los medios de comunicación, empresas privadas y la sociedad civil que hoy es referente mundial en su tipo. Atiende a más de 35,000 niños cada día. Tiene una universidad y un hospital de oncología, único en México. Ha recolectado 513 millones de dólares desde que nació en 1997 y necesita más ayuda de muchos mexicanos que hoy dudan y critican. Alabo la labor de Fernando "Chobi" Landeros al frente de Fundación Teletón. Ojalá puedan visitar un CRIT. La duda y la crítica borreguil es la mayor de las discapacidades sociales.

Mientras lees esto varios niños ya caminan.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Viaje al cetro del dogma

El autor de El fantasma de la ópera, Gaston Leroux, ha sido fatalmente desmentido. Refiriéndose a su ciudad natal, sentenció: "¡Se suele olvidar tan rápido en París!". Los bárbaros atentados terroristas del pasado viernes en la capital francesa no sólo golpean el ánimo parisino, el europeo, sino el de todos quienes aspiramos a vivir con paz y armonía.

Era una noche más, en un fin de semana más, en la Ciudad Luz. Quizá muchos de los que ahora son víctimas fatales departían en ese París cortazariano: "Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos", y lo que encontraron, tristemente, fue la brutalidad del dogma convertido en ráfagas, proyectiles de odio, intolerancia y autoritarismo, el rechazo a la música que da alegría, a la convivencia y al brindis entre amigos, a las risas entre copa y copa, al rostro descubierto de una mujer hermosa, a la admiración de unos músicos con talento, a la vida que por diferente a las creencias de unos, debe acabar en un batido de sangre.

Nunca más actuales las lúcidas palabras de David Konzevik, "por las ideas se discute, por los dogmas se mata", y ciertamente, la que debe ser la noche más triste de París confirma al argentino, los dogmas están ganando la batalla a las ideas. Aquí reside el verdadero peligro de esta guerra, el territorio no es sólo geográfico, es mental. La vulnerabilidad de Europa es la vulnerabilidad humana; seleccionar las armas de esta batalla es crucial. El enemigo es complejo y requiere una comprensión profunda, no tanto en su contenido ideológico sino en sus componentes estructurales: ¿de qué se hace un dogma?, ¿cuál es su patrón de regularidades?

Los gobiernos deberían encauzar esfuerzos para que expertos en procesos cognitivos entiendan la composición dogmática y luego preparen antídotos que inhiban el desarrollo de creencias que potencialmente se convierten en dogmas. Los trabajos de Milton Rokeach nos dan varias pistas. Define al dogma como dos sistemas perceptuales (uno de creencias, otro de incredulidades) sobre la realidad, organizados alrededor de una autoridad absoluta que provee un marco de referencia de conducta intolerante hacia otros.

¿Cómo percibimos la realidad? es una pregunta fundamental para entender al dogmático, por ello pienso que el dogma es una programación mental, como tal puede ser desprogramada. Hay dos sistemas de creencias en oposición, de ahí los antagonismos estereotipados, liberales contra conservadores, fascistas contra comunistas, fieles contra infieles, y así. La realidad objetiva es traducida en términos de verdadero o falso. Dos grandes componentes del dogma, para Rokeach, son el autoritarismo y la intolerancia. El primero implica tres elementos. La polarización respecto a los líderes, mientras los de uno son glorificados, los otros son odiados. Una causa, aquello que justifica cualquier acción, por ejemplo morir es mejor que ser derrotado (aquí reside una explicación de la frase de Konzevik). Y finalmente, la élite, aquellos a quienes se admira y que representan la causa.

Por supuesto, hay mucho mayor profundidad para entender la estructura cognitiva de un dogma, el punto es que fragmentando sus componentes podrían encontrarse respuestas efectivas para evitar que las creencias pierdan la batalla contra los dogmas. Sin duda en la educación temprana está mucho de la programación de las futuras generaciones, pero saber qué contenidos y forma usar debería responderse entendiendo, como se hace con los virus, la estructura de un dogma.

Decir que Cortázar habitó París es discutible. La ciudad de lugares inquietantes, la ciudad mítica, lo habitó a él. Para el autor de Rayuela, caminar de noche en París era entrar en un estado ambulatorio donde dejaba de pertenecer al mundo ordinario. Ese mundo, nuestro mundo, ha sido vulnerado. Y aunque Francia acumula más de 30 atentados desde el 2012, el de este viernes será el más recordado.

Si viviera Leroux diría que porque se suele olvidar tan rápido en París, lo del viernes pasado no será olvidado. Y tendría razón.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Post mortem

Si la muerte tuviera sede diplomática, seguramente sería México. Y aunque en los últimos años hablar de osamentas se ha convertido en sinónimo de hallazgo criminal (una forma de macabra producción industrial), las hay también de otro tipo, uno que nada tiene que ver con la violencia sino con un ritual post mortem, una sincrética tradición de raíces prehispánicas, particularmente mayas.

Agustín González Garza, entrañable y talentoso amigo, explorador de mundos en descomposición, me invitó a conocer su colección Ossuaria, imágenes capturadas en pequeñas poblaciones de la zona central de Yucatán, lugares de fonética endémica: Cuzamá, Huhí, Acanceh y Hoctún, donde visitó sus viejos cementerios y solicitó permiso para fotografiar osamentas. La tradición de estos sitios es depositar los restos fúnebres en pequeñas cajas de madera que luego rellenarán en nichos abiertos.

A diferencia de nuestras prácticas inhumatorias en las que presagiamos un último adiós y nunca un siguiente encuentro (hablamos de fosas, tumbas y criptas en donde la muerte queda sellada y fuera de nuestro alcance), los herederos de la cultura maya practican un acercamiento con el Xibalbá o inframundo. Los nichos son accesibles para los familiares que cada año visitan el sepulcro (si es que puede llamarse así), sacan con reverencia los huesos envueltos en paños de algodón (algunos tienen el nombre bordado del difunto), los limpian con agua y cal, les cambian "la ropa" con un nuevo mantel, y luego, amorosamente, los acomodan en un renovado pero idéntico envoltorio, para finalmente depositarlo en su cajita. Esta singular práctica se hace a partir del tercer año del fallecimiento, una vez que los 206 huesos quedan desmembrados al consumirse los tejidos que los mantenían unidos.

El enfoque de Agustín en Ossuaria no fue hacer un registro antropológico de la visita a las tumbas, sino concentrarse en el objeto mismo. Fotografió los envoltorios fuera de su contexto. El resultado me parece admirable, emerge para el observador un diálogo sutil entre las texturas de la tela, el calcio y el fósforo de la materia ósea, piezas que a veces dejan poco a la imaginación, mostrando claramente un cráneo, y a veces sólo sugieren formas dentro de la tela. Acaso sean éstas las más expresivas, a tal punto que cobran vida en la mente de quien es capaz de imaginar un movimiento sutil dentro de una especie de útero donde reposa alguien que fue y sigue siendo (la obra puede verse aquí www.agustingonzalezgarza.com).

Agustín tiene el don de convertir objetos en degradación para darles nuevos bríos. Ossuaria es un testimonio sobre la muerte pero también sobre la vida. Es una invitación a dejar de ver objetos inanimados para verlos vivos, mutantes, hermosos, como nubes de formas caprichosas. La colección se ha exhibido en la galería de arte contemporáneo Art Merge Lab y en la galería del Consulado de México, en Los Ángeles, y se encuentra entre los finalistas de la prestigiosa competencia internacional de fotografía Critical Mass.

¿Necesitamos un resto material para seguir amando? sin duda, no, pero el ritual yucateco va más allá de la tradicional visita a los panteones o de la veneración a los relicarios. Detrás de Ossuaria hay un rito mexicano que debe enorgullecernos, un rito donde se permite acariciar un fémur, platicar con un cráneo, formar con ellos un nuevo recuerdo; un acto de amor sin punto final, que al prodigar de cariño maternal la osamenta, revive de nuevo el ser contenido en un vientre que se modifica cada vez que alguien lo abre y lo cierra.

Y así pasará otro año y otro encuentro. La muerte tiene en México permiso para vivir. Conjuro a uno de mis muertos, y le doy voz imaginaria a esos restos que se despiden de los vivos, a través del vate queretano José María Carrillo (mi bisabuelo materno), que en 1885 escribió premonitoriamente sobre su propio funeral: "¡Adiós! por siempre ¡Me llegué a la estancia/ De la austera verdad, donde no hay dolo,/ Ya soy feliz; quedemos a distancia.../ Quiero muerto gozar... ¡Dejadme solo!"

domingo, 25 de octubre de 2015

El día inmenso

Pocas veces vi una tormenta similar. Salí de casa bajo un incipiente goteo, manejé durante un kilómetro y el viento arreció con fuerza inédita. Cuando me detuve en el primer semáforo, la lluvia era tan intensa que ni la velocidad alta de los limpiabrisas era suficiente para ver los siguientes 5 metros. La tromba mecía mi auto y a escasa distancia un enorme poste de metal que sostenía un anuncio vial en forma de "T" yacía en el suelo, torcido como si fuese de una materia tan maleable cual urna electoral en los setentas. Decidí regresar a casa, pero tuve que pasar por avenidas intransitables por el agua y árboles caídos. No era un escenario que no hubiera visto antes en Guadalajara, la ciudad donde no sólo las tortas son ahogadas, también sus calles al volverse ríos. Lo verdaderamente notable para mí fue la rapidez en que una tarde nublada se convirtió en una noche de pesadilla.

Cuando regresé finalmente a casa, un recorrido de 3 kilómetros en 30 minutos, el panoramaempeoró. Caía agua dentro de los baños de las recámaras como si alguien hubiera abierto varias mangueras desde el techo. Los bajantes se habían tapado en la azotea y se acumuló tanta agua que entró por los respiraderos. Cuando bajé corriendo por cubetas para contener el diluvio, la planta baja tenía un fuerte olor a gas y a pesar de los truenos, un amenazador siseo, señal inconfundible de una fuga de gas, hizo que me olvidara de las cascadas en la planta alta. Salí corriendo a la calle esperando una inminente explosión. La fuga, luego me di cuenta, era de la casa contigua, lo cual no disminuía el peligro. Los servicios de emergencia se saturaron. La gente reportaba árboles y postes caídos, automóviles bajo el agua, personas desaparecidas.

Con este recuerdo en mente, sucedido apenas hace unos 3 meses, me apertreché antier esperando lo peor por el huracán Patricia. Hice cosas que nunca antes había hecho. Cerré la llave del gas y fui a comprar baterías para una linterna. Patricia me hizo comprobar varias cosas, una de ellas es que el mejor vendedor de baterías es el miedo. Si una tormenta eléctrica de las varias al año que suele haber en tierras tapatías me había hecho sentir el apocalipsis, qué no haría un huracán que, con disminuida pero mortífera categoría 3, llegaría a la ciudad.

Contra todo pronóstico, el sábado amaneció en reposo. Fuimos advertidos de lo peor y parece que nos tocó lo menos malo. Celebro la atingencia con la que autoridades de todos los niveles de gobierno se aprestaron ante una amenaza nunca vista, pero ¿no podrían hacer lo mismo con decenas de grandes y repetidas tormentas que azotan las ciudades y provocan gran destrucción y hasta muertes? Particularmente Guadalajara es azotada con enorme furia por trombas de las cuales ninguna dependencia advierte. La previsión que se dio en varios estados del país por el huracán Patricia debería quedarse de la misma forma que adoptamos ya el gel desinfectante de manos. Los códigos culturales cambian en situaciones pico.

Otra lección de Patricia es que los pronósticos no son infalibles y el futuro es una ventana impredecible. Se dice que el prólogo de un pronóstico es el pasado. La ciencia, a pesar de los avances y los registros estadísticos, aún no puede predecir las combinaciones de lo improbable, esos inesperados eventos (el cisne negro, diría Nassim Taleb) que nadie ve venir, como la crisis hipotecaria hace unos años en EU. La película Volver al futuro nos hizo ver, en los ochentas, un 21 de octubre de 2015 como un día lejano en que las patinetas voladoras serían parte de la cotidianidad y la ropa haría de las tallas algo del pasado, sería autoajustable. Ni eso ni varias otras predicciones más sucedieron, al menos no para esa fecha.

Lo impredecible es hoy por hoy lo más predecible de la vida. Patricia se formó inesperadamente, de la misma forma perdonó a Puerto Vallarta y a la Perla de Occidente. Carlos Monsiváis dijo: "si nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso". Y así fue el viernes pasado.

Nada nos humaniza como la duda.

domingo, 18 de octubre de 2015

Escenografía de la realidad

El potencial de magia y misterio de México para atraer turismo es incalculable, tanto que los mexicanos podemos hablar entre nosotros describiendo lugares, rituales y sabores, como si habláramos de un país desconocido, una materia incontenible, indefinible e inacabable, que siempre nos sorprende con un paisaje ante los ojos o un nombre inédito en el plato. Somos el país del hoyo en la regadera de una celda y el diálogo cómico entre el custodio de un penal de máxima seguridad (es un decir) y su superior, pero también la nación de una riqueza cultural digna de exportación.

Somos el país donde se nombra como subsecretario de Gobernación a un tipo de nefasto historial para respetar la ley, pero también el país que nombra como "Pueblo Mágico" a varias de sus poblaciones que reúnen un conjunto de atractivos para el turismo nacional y extranjero, sitios muy bien escogidos que forman parte de un programa creado en el año 2001 (quizá la única gran contribución del gobierno de Fox), para difundir el patrimonio tangible e intangible de México.

Entiendo que hay poco más de 80 Pueblos Mágicos en el país, tan sólo conozco 20 de ellos y mi esposa y yo hemos decidido conocerlos todos. Hace apenas tres días tocó el turno a Tlalpujahua, tan desconocido para muchos como para el corrector gramatical del programa donde escribo estos renglones. Con sólo desviarse 10 kilómetros de la magnífica autopista entre Atlacomulco y Morelia, la planicie de espigas doradas de maíz va quedando atrás mientras se interna uno entre montañas y curvas bien trazadas de una carretera con lejanías creíbles en libros de fotografía de países europeos. No tendremos la precisión suiza, pero tenemos Tlalpujahua.

Lo primero que un Pueblo Mágico hace por ti es bajarte el ritmo, esa intensidad urbana que a punta de acelerador quiere anticipar el paso de todos. Del asfalto al empedrado, desaparece el auto y emerge el peatón. Las calles toman dimensión humana, el paso que descubre detalles y rincones a menos de 10 kilómetros por hora, donde los comercios se anuncian sin el chillante neón y las fachadas son distintas pero comparten identidad, una forma de pasado recuperado en el que se hacen innovaciones con tradición, espacios que en un segundo y simbólico lenguaje hablan de respeto y armonía por la identidad local, en otras palabras, una civilización recuperada.

De raíces prehispánicas, coloniales y mineras, Tlalpujahua ha encontrado una vocación redonda: produce y exporta esferas de navidad, exquisito talento artesanal que tal vez, sin que lo sepas, ha colgado de tu árbol en las festividades decembrinas. México necesita menos políticos corruptos y más esferas navideñas que se hacen en la sierra michoacana. Hija del sincretismo y del tiempo, la catedral de Tlalpujahua es barroca por fuera, neoclásica y mudéjar por dentro. Su estado de conservación es notable, acaso por las reconstrucciones que ha tenido, producto de algunos desastres, como el célebre alud de residuos minerales que en 1937 arrasó con casas, animales y personas, dejando un sepulcro de 30 metros, pero también una historia por contar, en la que hoy se finca buena parte de su encanto y misterio.

Probar unas corundas con verdolagas y carne de cerdo, en el mirador de una terraza elevada, entre techumbres y tejabanes, rodeado de montañas y un cielo azulísimo y encaprichado de nubes, es otra forma de hacer patria, una que necesitamos recuperar para quitarnos de encima que solamente somos un país de corrupción y fugas inverosímiles.

Los Pueblos Mágicos son una muy efectiva forma de hacer marca, generar desarrollo económico e impulsar el turismo nacional y extranjero. Lo mismo podría suceder con los barrios temáticos en las ciudades. Los seres humanos somos consumidores de historias, y los sitios que saben contar su historia (no entendida nada más como la cronología de sucesos sino como el relato que encanta y seduce) atraen con poder magnético. Un Pueblo Mágico es una realidad mejorada.

De súbito, nuestra dura realidad es más frágil que una esfera de Tlalpujahua.

domingo, 11 de octubre de 2015

El hombre del Sur

Citó a Ovidio, Perón, Monsiváis, Serrat, agradeció a sus maestros y a sus amigos, movió sus ideas como quien domina la cadencia de un bandoneón en sus manos, dibujó en mi mente la figura de su compatriota, Astor Piazzolla, y nos habló cantadito, con ese sello indeleble de un argentino que celebra 40 años de conferencista en México, pero que vuelve, irremediablemente al sur. Estás son algunas palabras para conocer el pensamiento de David Konzevik.

Principios. Han de distinguirse los intereses de los principios. Con los primeros se negocia, con los segundos, no.

Información. Afirma que no importa en qué negocio estés, siempre estás en el negocio de la información. El mapa de la realidad para tomar decisiones se construye con la información y su buen análisis. Dice "si no tengo información, estoy quebrado", e invita a los empresarios a obtener información relevante no tanto de su competencia sino de su consumidor.

Pregunta. Una de las cuestiones fundamentales de toda empresa es responder: ¿en qué negocio estamos? No puedo estar más de acuerdo, la resignificación de la actividad empresarial debe enfocarse a satisfacer los más altos motivadores de un cliente.

Meritocracia. México se ha convertido en un país de títulos universitarios, debe convertirse en un país meritocrático. Las universidades prometen títulos, deberían de prometer capacidades acordes al futuro.

Democracia. Hace una pregunta fundamental: "¿Es posible una democracia con ignorantes?" y categóricamente responde: no. Reconoce que hay una profunda desilusión en Latinoamérica por la democracia.

Educación. Sentencia Konzevik: "si el gobierno no pone a la educación como la más alta prioridad, no importa lo que haga, habrá perdido el futuro" y sugiere una asignatura toral: enseñar a pensar. Yo apunto: ¿no sería conveniente tener un súper secretario de Educación traído de Finlandia (país de excelencia educativa), asesorado culturalmente por un equipo local, en vez de tener al frente de la SEP a un político?

Memoria. Predice que la memoria será reemplazada por la memoria web. Apunto: como dice Reig, internet se ha vuelto en una memoria transactiva para los humanos. Tendemos a olvidar lo que sabemos que Google nos puede explicar cuando lo queramos.

Populismo. Así como Argentina fue adicta a Perón, México es adicto a los mesiánicos populistas que irresponsablemente pintan promesas incumplibles.

Tiempo. No le queda duda, es el gran producto del futuro. Todo lo que se invente para ahorrar tiempo tendrá éxito.

Cultura. Aunque es economista de formación, su gran sensibilidad y visión de campo le han hecho ver que el factor cultural es determinante para explicar las causas de éxito o fracaso de los países.

Economía. Ante todo, es un arte.

Dogmas. Advierte que hemos de tener cuidado de no perder la carrera entre las ideas y los dogmas, a no educar a los jóvenes mediante dogmas sino con ideas. Con éstas se discute, por aquellos se mata.

Cortoplacismo. El nuevo mundo ha cambiado las exigencias y la dimensión del tiempo. Así como los jóvenes no saben esperar, pues nacieron en la época de la gratificación instantánea, los empresarios tienden a dejarse seducir más por la recuperación de la inversión (pay-back), que por la tasa de retorno.

Expectativas. Su ya clásica teoría de la revolución de las expectativas aterriza mejor que nunca: vivimos la sociedad del descontento.

Esperanza. Así como un dictador es un maestro para administrar el miedo, un estadista debe serlo para administrar la esperanza.

Timing. El tiempo es todo. El momento en que se toman las decisiones es fundamental.

Poder. Por más que se intente predecir el futuro, no hay una forma de saber cómo el poder presidencial transformará a un individuo.

Maestro de la orientación disruptiva, Konzevik nos ha dado un sur, el mismo que evocan las letras de una nostalgia: "Vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor, vuelvo a vos, con mi deseo, con mi temor. Llevo el Sur, como un destino del corazón, soy del Sur, como los aires del bandoneón".

Sin saberlo, un tucumano convirtió el aire en poesía.

domingo, 4 de octubre de 2015

"Asunto"

Si la tramitología fuera un elemento químico en la tabla periódica, sería volátil y a la vez denso, convertiría lo sencillo en complicado, duplicaría el esfuerzo, reduciría la productividad, atentaría contra la lógica y el sentido común. Todos hemos sido víctimas de trámites absurdos, actividades que tienden a la realización de acciones sin ver el conjunto de lo que impactan. Decía Peter Drucker que ser eficaz es hacer las cosas correctamente, y ser efectivo es hacer la cosa correcta. La tramitología pertenece a ese mundo donde ha de llenarse bien una casilla inútil.

Cada vez que me registro en alguna oficina pública o privada, el equipo de cancerberos (usualmente es más de uno) invita a registrarse en una libreta de pasta dura en la que se han marcado varias columnas. Entregar una identificación no es suficiente, hay que llenar el espacio para el nombre, la fecha y hora, el nombre de la empresa, la persona que se visita (todos estos datos duplicados verbalmente), nombre del departamento del visitado, el número de gafete, la firma, la hora de salida y, dejo la cereza del pastel para el final, la mítica e inquisitiva columna titulada "Asunto". Antes de que Twitter nos diera 140 caracteres para escribir un mensaje, "Asunto" ya nos forzaba a la síntesis más absoluta, una palabra, no hay espacio para más. Cada vez que me enfrento a "Asunto", lo tomo con filosofía, escribo en el pequeño recuadro la palabra "misterioso". Nunca he recibido un extrañamiento.

La tramitología, especialmente la gubernamental, es barroca. Los sistemas de control o solicitudes de información han sido diseñados por expertos en esos temas, no por expertos en personas. Por ello me ha dado mucho gusto conocer la iniciativa gubernamental donde el Presidente ha instruido la formación de una unidad llamada Equipo de Ciencias Sociales y del Comportamiento, que conjuntará a especialistas en entender personas con objeto de servir mejor a la ciudadanía y bajar los costos para el gobierno. ¡Bravo por el Presidente! Bravo por Obama que ha ordenado que el equipo trabaje desde la misma Casa Blanca, bravo por un gobernante que se da cuenta que el gobierno y la burocracia se deben a la gente que les paga su sueldo.

La SBST (Social and Behavioral Science Team) tiene la encomienda de investigar verdades profundas (insights) del comportamiento humano, para sugerir medidas que impacten la forma en cómo se atiende y se sirve al ciudadano. Tienen muy claro que si los sistemas, los trámites, no se diseñan teniendo a la gente en mente, no funcionarán bien. Me parece notable que uno de los países líderes en el mundo consideren a las ciencias sociales y del comportamiento, y no a la economía o finanzas o políticas públicas, como los protagonistas de la iniciativa.

Nuestro sistema de formación de profesionales propicia una deformación de raíz. En los campus universitarios, la facultad de economía y finanzas está separada de la de humanidades. Nos enseñan que son dos mundos, cada uno en su órbita, impenetrables e ininteligibles el uno para el otro. Construir un puente es posible, yo lo he hecho con ayuda del talento de compañeros provenientes de la sociología, antropología, arqueología, psicología, neurociencias, semiótica, entre otras.

Cuando recomendé a una casa de empeño que toda su estrategia comercial, operativa y de comunicación se basara en responder la inédita pregunta "¿Cómo podemos disminuir la culpa de nuestros clientes?" fue porque las ciencias sociales y del comportamiento me dieron la pista para centrar los esfuerzos en la persona, no en la actividad. Como resultado de lo implementado, mejoraron los indicadores de desempeño y el sentido de pertenencia a la empresa.

Encontrar un motivo superior y centrado en el usuario, por el cual hacer funcionar el sistema, es una gran oportunidad para empresas y para el gobierno. El sistema moldea la conducta. Si verdaderamente los políticos quieren servir a la gente, deberían incorporar a los científicos sociales y del comportamiento.

El ser humano, ese misterio legible.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Sociedad aumentada

Pronto dejaremos de tomar decisiones estúpidas. Cada vez más personas acuden al juicio de un gran cerebro colectivo. La tecnología está haciendo posible que la inteligencia acumulada se imponga a la individual; lo fascinante es que su gran impacto en nuestra vida no es necesariamente por el aspecto tecnológico, sino por el aspecto social. Las plataformas tecnológicas son valiosas en función de la capacidad que tengan para cohesionar los intereses en beneficio de la tribu, en la medida que sean capaces de crear una sociedad aumentada.

En Los pilares de la pansofía, encuentro un brevísimo texto, "El espejo de la diosa", donde se relata que cierto día, a la diosa Venus se le cayó su espejo de las manos; los fragmentos fueron recogidos por sus ninfas, cada una un pedazo. Con el tiempo y ya en diferente lugar del mundo, cada ninfa se ufanaba de poseer el espejo de la diosa. Un sabio que había interactuado con varias de las ninfas quedó intrigado con la posibilidad de que Venus tuviera tantos espejos. Interrogando a una de ellas comprendió que había nada más un espejo e hizo ver a la ninfa que en realidad no tenía el espejo de la diosa sino un fragmento de éste, y así sus demás compañeras.

Llévese la simpleza de la anécdota a una herramienta como Waze, que hoy en día, a través del teléfono móvil, es consulta obligada por miles de automovilistas que no sólo se enteran cómo están las condiciones de tráfico en la ciudad, también obtienen la recomendación de cuál es la mejor ruta para llegar a su destino. La plataforma se alimenta de esa inteligencia individual de muchos automovilistas que van creando una inteligencia colectiva. Gracias a Waze muchos hemos descubierto rutas inéditas en las ciudades. Nuestro pedazo de espejo se hizo el espejo.

El físico Norman Johnson construyó un modelo teórico a partir de un laberinto que tenía varias rutas de salida. Introdujo varios agentes individuales que empezaron a buscar su propia ruta de salida. Luego reintrodujo estos agentes pero permitiéndoles consultar la información de la primera vez. El resultado fue que cada vez se pudo salir del laberinto en menor tiempo hasta llegar a la solución óptima, producto de la inteligencia colectiva.

Esto me lleva a otras posibilidades. Hay ciertos sistemas donde las decisiones son mediocres, el principio de la inteligencia colectiva potencialmente mejora esas decisiones. Pensemos por ejemplo en nuestro sistema democrático. Actualmente es una acumulación de decisiones (los votos), pero no de inteligencia. Si concedemos que el voto de un individuo que toma una mala decisión vale lo mismo que el que toma una buena decisión, el sistema que apila voluntades potencialmente sabotea al grupo. Si hubiera una forma de tener decisiones democráticas en función de la inteligencia colectiva, tendríamos un sistema político perfeccionado que permitiría escoger sólo a los más aptos para un cargo.

Los modelos de inteligencia colectiva que he puesto como ejemplos implican el reconocimiento de que las mejores decisiones se hacen acumulando las decisiones acertadas de los individuos (meritocracia), no sólo sus decisiones (populismo). Si Waze te ofreciera rutas en función de las más votadas, donde hubiera votantes que ni siquiera saben manejar o conocen la ciudad, difícilmente confiarías en una ruta por popular. Difícilmente arriesgarías tu destino a la estupidez colectiva. Es curioso cómo aceptamos en un sistema democrático la decisión colectiva aunque no sea la mejor decisión para el grupo.

Las candidaturas ciudadanas deberán unirse en una plataforma para que sumen fuerzas y la inteligencia colectiva seleccione un gran candidato ciudadano en el 2018. Esta plataforma deberá tener, como dice Surowiecki en La sabiduría de las multitudes, cuatro condiciones (evalúense con Waze): diversidad de opinión, independencia, conocimiento local y un mecanismo de agregación para que sea cada vez más inteligente.

La integración ciudadana pronto juntará los fragmentos de espejos. Cuando los una, se leerá con orgullo: México.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Reciprocidad perversa

Colin Turnbull, antropólogo, atestiguó en 1957 un hecho notable entre los Mbuti, pigmeos que premiaban el esfuerzo colectivo cazando en grupo. Uno de sus líderes decidió subrepticiamente anteponer su propia red y capturó la presa. La tribu lo enjuició por un acto vil y contrario a sus valores. El delincuente se disculpó y entregó el animal al grupo; se le pidió abandonar la tribu y su nombre quedó deshonrado.


¿Nuestra especie está más orientada al individualismo o a la cooperación social? Aunque muchos científicos favorecen el argumento evolutivo de la selección natural a partir de la competencia y la crueldad, la especie humana no habría podido sobrevivir sin el instinto de cooperación, la reciprocidad social que consigue aliados y hermana objetivos.

Recompensa y castigo son elementos fundamentales en las tribus estables (uso el término para referirme a cualquier grupo humano que vive gregariamente). Para Herbert Gintis, las culturas que establecen mecanismos para recompensar la cooperación y castigar a quienes no cooperaran sobreviven más. Pero el mismo principio funciona para tribus delincuentes. La reciprocidad cohesiona.

En México tenemos un gran ejemplo de reciprocidad: la partidocracia, un sistema de recompensas y castigos. Lamentablemente para el país, la reciprocidad se da entre partidos políticos, no entre estos y la sociedad. Sólo así se explica una realidad que raya en lo kafkiano, aquí se premian los políticos y castigan al ciudadano.

El Partido Verde fue exonerado de sus graves pillerías electorales a pesar de que la ley contempla como castigo la pérdida del registro. Hubo reciprocidad entre quienes dieron el fallo (hoy por ti, mañana por mí). Como premio (reciprocidad) puede entenderse el polémico nombramiento de Arturo Escobar como subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana, cuyo historial lo descalifica ante la sociedad, pero lo califica entre su clan. Ante "la Iglesia en manos de Lutero", hacen bien las agrupaciones civiles en romper el diálogo con un individuo que ha mostrado loable cooperación a su camarilla.

Gran reciprocidad muestran los partidos políticos para pretender recibir más de 10 millones de pesos al día durante el próximo año, cifra escandalosa para un país con tantas carencias. Si la partidocracia quisiera ser recíproca con la sociedad, de donde recibe el dinero, debería reducir considerablemente el monto del financiamiento público. Enorme altruismo tiene la Cámara de Senadores para sus integrantes cuando pretende erogar hasta 1 millón de pesos por el servicio de valet parking, por 6 meses. ¿Por qué no cada senador se paga su propio servicio?

Compárense estas cifras con los 6 rollos de papel de baño y 2 bolsas para basura que recibe al mes el Museo de Paleontología de Guadalajara, situación precaria en la que están tantas escuelas, hospitales, universidades y otras dependencias.

Si del interés de la Nación se trata, vivimos una reciprocidad perversa en la que un grupo se sirve con la cuchara grande y además dicta las reglas en la cocina. Una mayor participación ciudadana mostrando su descontento ante los flagrantes abusos de la partidocracia y los malos gobernantes, un fortalecimiento de las instituciones para operar mecanismos (meritocráticos) que premien la cooperación y castiguen las egolatrías, son ingredientes para evolucionar en un país donde la partidocracia premia y castiga según sus intereses. Así se explican casos como el de Virgilio Andrade y Arturo Escobar. La meritocracia mexicana carbura con impunidad y cinismo, funciona en contra de la mayoría.

La reciprocidad perversa tiene desaparecida a la Patria. Quizá por ello los nuevos diputados (con honrosas excepciones) destinaron buena parte del tiempo que les pagamos a debatir y decretar el "Día nacional de la desaparición forzada". Crear un símbolo de culto hacia un fenómeno lo hace más presente, mejor deberían legislar para castigar la reciprocidad perversa que fomenta las desapariciones.

Una selva en el Congo esconde buenas pistas, los Mbuti saben.
 
 
 
 

domingo, 13 de septiembre de 2015

Sebastião Salgado

¿Cuánto dolor cabe en un fotógrafo? Hay algo perturbador y bello en el mundo de Sebastião Salgado: es nuestro mundo. Desde hace varios años su capacidad para capturar instantes de personas me ha atraído, con La sal de la tierra, el documental de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado (hijo del fotógrafo), compruebo que la sensibilidad fotográfica excede las funciones de una cámara, es más bien algo cercano al alma, un lente metafísico cuyo producto, la imagen fotografiada, amplía nuestra noción de lo otro, a veces con belleza sublime, a veces con crudeza, siempre con profundidad para el ojo reflexivo.

Amo y señor del blanco y negro, se adueña también de sus matices. Entre planos de luz y sombra la obra de Salgado prescinde del color, acaso para contrastar mejor la realidad, ese instante irrepetible que él congela para que nosotros nos adentremos tanto como la espesura del negro, de la misma forma que cientos de miles de obreros semejan un inmenso hormiguero en la mina de Sierra Pelada, oquedad en la que rítmicamente una marabunta sube y baja, hasta 50 veces diarias, en búsqueda de oro. Con brutal sensibilidad el fotógrafo apunta que, al ver aquella mina, le pareció ver en un segundo toda la historia de la humanidad. No sólo la explotación del hombre por el hombre, también la esclavitud que produce la ambición.

En Sobre la fotografía, Susan Sontag, sin mencionar a Salgado, descifra las claves del trabajo del brasileño: "Algo feo o grotesco puede ser conmovedor porque la atención del fotógrafo lo ha dignificado. Algo bello puede ser objeto de sentimientos tristes porque ha envejecido, o decaído o ya no existe". Recientemente hemos visto imágenes muy duras de la migración siria a Europa. Con la misma crudeza, las fotos de Salgado sobre migración falsamente congelan la acción. Hay algo que se mueve en ellas a pesar de que el sujeto, un esquelético hombre agonizante, esté ahí, inmóvil, con los ojos sumidos por el hambre, la sed y la desesperanza. Salgado es el testigo de nuestra especie, también de su crueldad. Mucho tiempo después de la muerte de ese hombre, sigue vivo en una imagen y en el recuerdo de aquellos que le observaron.

Fotógrafo de Saraguros, Mixes, Tarahumaras, Tutsis, Hutus, decenas de tribus amazónicas y más, viajero incansable por el planeta, Salgado hace más que presionar un obturador, cohabita la escena, se integra a la belleza de un rostro ajado o al drama donde hablan los machetes, da fe de aquello que no vemos en vivo pero existe, aquello que él pretende duplicar para llevarnos su representación a través de sus ojos, con una profundidad que a veces provoca una exclamación, a veces un silencio con el que comprendemos cientos de palabras sin pronunciarlas.

El documental es una semblanza de la vida de alguien que ha visitado el corazón de la oscuridad, sitio del que no ha salido ileso. Salgado ha llegado a decir que "somos un animal terrible". Después de cohabitar los infiernos de las migraciones, campamentos de refugiados, genocidios, llegó a perder la fe en la especie humana; varias veces dejó su cámara a un lado para poder llorar, y se enfermó, contagiado más allá del cólera y del odio que le acechaban, se enfermó del alma, como él confiesa. Por sanidad mental, especulo, se alejó del drama humano y se concentró en la tierra.

Desde su Instituto Terra ha renovado un ecosistema plantando millones de árboles donde la mano del hombre había erosionado las parcelas de su abuelo. En su magna obra Génesis, plasma ocho años de viajes alrededor de desiertos, montañas, océanos, parajes en los que ha capturado, siempre fiel al blanco y negro, el lado luminoso del mundo.

Verlo acariciar el tronco de un árbol joven, como si fuera su nieto, verlo caminar entre la selva, bordón en mano, semeja un Gandalf de la vida real, un viejo sabio y sensible para quien nosotros, la sal de la tierra, tenemos el deber de regenerar lo que echamos a perder.

¿Cuánto dolor cabe en un fotógrafo? En el caso de Sebastião Salgado, una cantidad muy menor a la esperanza.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Claroscuros

Escribo desde una ex hacienda. Su patio central reconcilia la naturaleza con la casa (¿cuándo, en aras de la modernidad, perdimos el rumbo del patio interior?). El concierto es espectacular, dentro del follaje de los ficus los cenzontles anuncian al sol, y una barranca imponente deja ver en lejanías planos de grises y azules entre montañas y nubes bajas. Un sabio amigo en la banca contigua del corredor evoca a Nezahualcóyotl: "Amo el canto del cenzontle,/ pájaro de cuatrocientas voces./ Amo el color del jade/ y el enervante perfume de las flores,/ pero más amo a mi hermano: el hombre". La inspiración prehispánica la tenemos muy cerca y a la vez distante. Toma un billete de cien pesos y descúbrelo.

La ciudad nos ha deshumanizado. Las avenidas y vías rápidas (es un decir) hechas para los automóviles dividen más que zonas, dividen la vida del ser humano. En lugar de aves suenan los motores, los trayectos agotan, entubamos los ríos, secamos los lagos, el tiempo nunca alcanza, las casas se blindan, hay bardas altas, alarmas y candados, las puertas permanentemente cerradas. Lejos estamos, además, de tener un gobernante poeta, un líder que convierta las notas de un pájaro en filosofía o en arte.

Guatemala brilla. Otto Pérez Molina, Presidente del país vecino, renunció luego de que un juez girara una orden de arresto en su contra, acusado de corrupción y asociación ilícita, "cohecho pasivo y caso especial de defraudación aduanera". Apalancados por la fuerza independiente de un organismo internacional y el empuje de la sociedad civil, los guatemaltecos son hoy ejemplo para México. Las palabras del ahora ex Presidente iluminan: "Pude haber salido del país, pude haber pedido asilo político pero elegí el camino de cualquier hombre que quiere hacer algo bueno por el país. Tuve miles de herramientas a la mano, entre ellas expulsar a la Cicig (Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala) y preferí enfrentar las cosas con valentía, con honor y con dignidad, como considero deberíamos hacer los guatemaltecos".

El día del informe ensombrece. Desde Palacio Nacional el presidente Peña da su tercer informe. Entre los invitados especiales están figuras controversiales, como el dueño de Grupo Higa, quien ha estado en medio de la polémica por los escándalos de las casas adquiridas, en condiciones preferenciales, por la esposa del Presidente y el secretario de Hacienda, asunto agravado ante la previsible exoneración (por conflicto de interés) a manos del subordinado presidencial, Virgilio Andrade. No deja de haber cierta justicia poética que el mismo día se anunciara el Premio Nacional de Periodismo a Carmen Aristegui, por los reportajes de las casas aludidas.

La playa, casi el paraíso. Millones de personas se acercan al mar todos los días. Caminar en la arena es un deleite mientras vemos nuestras huellas efímeras ser borradas por las olas, ese vaivén incansable y rítmico con el que el mar se nos aproxima, a veces con la sutileza de un murmullo, a veces con la furia desatada de la naturaleza que tanto se parece al ser humano cuando explota. No es casual que en la playa idealizamos las vacaciones, el retiro, el atardecer dorado y las bodas de ensueño.

La playa mediterránea, tumba y tragedia. Un niño sirio de tres años yace boca abajo en la arena, su cuerpo inerte conmueve al mundo. El viaje frustrado a Kos, el escape de una guerra absurda, los migrantes rogando por un asilo que no llega, la embarcación que zozobra ante el oleaje salvaje, el padre que ve a sus dos pequeños hijos escurrírsele de entre sus manos, su mujer también ahogada, él sobrevive para gritar un dolor que también debe ser nuestro, el drama de la migración con rostro universal, la humanidad que se ahoga en un mar insensible, la vida que se extingue porque ha de triunfar la xenofobia y el Producto Interno Bruto. El Rey Poeta lo predijo: "Como una pintura nos iremos borrando,/ como una flor/ hemos de secarnos/ sobre la tierra,/ cual ropaje de plumas/ del quetzal, del zacuán,/ del azulejo, iremos pereciendo".

lunes, 31 de agosto de 2015

Una casa y tres puertas

Primera puerta. Julio Cortázar hubiera cumplido 101 años esta semana. En Casa tomada, narra la repentina irrupción de una presencia invasora en la vida rutinaria de dos hermanos, que sienten amenazado su espacio cercano al ver que lo cotidiano se vuelve pesadilla y terminan abandonando la casa de sus recuerdos. Es inevitable llevar la narrativa fantástica del autor de Rayuela a otros niveles y vernos reflejados en la historia. México, nuestra casa, tomada por "masiosare" ese extraño enemigo con rostro de delincuencia, exoneraciones de escándalo, corrupción e impunidad que nos ha ido replegando en nuestra propia morada.

Segunda puerta. La casa es el espacio donde se manifiestan rasgos distintivos de nuestro código cultural. Cuando uno habita casas fuera de México, el contraste dibuja ausencias notables. Una casa californiana promedio, por ejemplo, carece de ese espacio vitalísimo en las casas mexicanas: el baño de visitas. La omisión se justifica plenamente, ¿por qué tener un baño de visitas si las visitas no son parte de la cultura norteamericana? Por las mismas razones que nosotros no tenemos un baño para osos, ellos no tienen baño de visitas. Nuestro carácter social ha hecho que planeemos los espacios en función de ese día en que recibimos invitados. Ellos, nuestros visitantes, toman la casa desde el momento de los planos y posteriormente en el día a día. El flujo interior y la forma de vivir la casa, incluso hasta las recámaras, se piensa para cuando haya visitas. El gringo apertrecha su casa, el mexicano la entrega.

En un estudio para la industria inmobiliaria, hubo hallazgos notables alrededor de la casa y la compra venta. Las propiedades vacías son más difíciles de vender que las (bien) amuebladas. Un cliente, ajeno a la posibilidad de visualizar espacios y transformaciones, requiere de una escenografía para proyectarse ahí. La especialidad tiene un nombre "home staging", un proceso donde una casa no se decora, se edita bajo ciertos principios que hacen deseable el espacio. Por ejemplo, el desorden y la mugre ahuyentan la venta. El subconsciente capta mensajes de peligro y potenciales enemigos, especialmente si hay niños de por medio. Usar elementos pares para mostrar simetría ayuda a transmitir armonía en el ambiente. Los olores desagradables o de mascotas harán muy poco en favor de la venta. Los clósets deberían estar abiertos para mostrar un orden como si se anunciara una empresa que los fabrica. La cocina es la nueva sala, debe congregar a familia y amigos.

El asesor inmobiliario usualmente muestra la casa como está, vacía o habitada, sin preocuparse por entender de qué manera el contexto afecta la decisión de compra de su cliente potencial. En Estados Unidos las casas en venta se muestran durante el "open house", un día planeado en que la casa abre sus puertas. Sus habitantes se van durante la jornada y el vendedor se encarga de mostrarla. Esto evita la molesta invasión en horas impropias y permite que el contexto y el arreglo de la casa favorezcan la venta. Nuestra falta de protocolo en México hace posible que los compradores potenciales lleguen cualquier día y casi en cualquier momento.

Tercera puerta. Si vemos a México como nuestra gran casa, extrapolemos los puntos del "home staging". Hoy nos duele el cochinero, por más blanca que sea la casa, la mancha de la corrupción y el conflicto de intereses ahuyentan a los visitantes: turistas e inversionistas, el hedor de la impunidad escapa por las ventanas. No vamos a recibir los turistas que queremos mientras la casa esté desordenada. Buen reto tiene el nuevo secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, para atraer visitantes en estas condiciones, su designación, por su sensibilidad, es una buena noticia para el turismo mexicano.

Si la ficción existe para arreglar la realidad, algo habremos de hacer para no rendir la casa como en el cuento de Cortázar, para no terminar en la calle como Irene y su hermano. De no ser así, el último en salir arrojará la llave a la alcantarilla.

lunes, 17 de agosto de 2015

Verdades inconfesables

El mundo de los consumidores tiene un punto de paridad con el de los políticos, los verdaderos motivos que empujan la conducta son inconfesables. Para aquellos, las razones profundas están debajo del nivel de conciencia, para éstos generalmente son conscientes. Unos no pueden decir la verdad, no saben que la saben; otros no quieren decir la verdad, asumirla los vulnera. Los consumidores esgrimen razones que les suenan lógicas, muchos políticos traman argumentos con las hebras de la lógica parcial: el cinismo.

En una sesión grupal, los consumidores responden aquello que los dejará mejor parados frente al grupo; ante una tribuna donde se toma protesta, el político hace un juramento escrito en agua: "...y si no lo hiciere, que la Nación me lo demande". El consumidor difícilmente confesaría algo así: "en realidad no detesto lavar las manchas de mugre en el pantalón de mi hijo, significan que está sano"; a un político jamás le escucharemos un harakiri: "he llegado hasta aquí para que la revolución me haga justicia" (lo más cercano a esto ha sido el célebre "un político pobre es un pobre político").

Los consumidores operan bajo una simulación que los rebasa, dependen de su naturaleza biológico-instintiva, los políticos operan bajo una simulación pactada, esencia de su condición primigenia. Inmunes a la presión inquisitorial, los políticos resisten la confesión de lo evidente. El presidente de un partido político es incapaz de aceptar públicamente el nombre de quien será su sucesor, aunque haya un solo candidato, porque hay que esperar la convocatoria, escuchar el pronunciamiento de las bases, etcétera. El consumidor está tapado ante la verdad, solo nos describe la punta del iceberg; el político tapa la verdad con su retórica, dice sin decir. Es peligroso creerles a ambos, hay que interpretarlos.

Tengo dos fotografías ilustrativas. Un indigente norteamericano está pidiendo dinero en una calle, levanta una botella de cerveza vacía mientras sostiene una leyenda que, traducida, se lee: "¿Por qué mentir?, necesito una cerveza". Nada más falso que esta representación de un consumidor que confiesa sus verdaderos motivos. La otra imagen es de un letrero callejero, sobre una cartulina la letra de molde, ajena a la caligrafía educada, anuncia un producto maravilloso: "Crema para quitar lo feo".

Los productos de belleza usan imágenes de "antes" y "después" para demostrar su promesa. No dicen literalmente "quito lo feo", pero, ¿no acaso el "después" es prueba inequívoca de que se ha triunfado ante la fealdad? Nunca he escuchado a alguien en un mostrador de productos de belleza decir "quiero crema para quitar lo feo". La verdad profunda es enmascarada por otras razones: crema humectante, crema antiesto, antiaquello.

Mientras que en el consumidor la motivación profunda se aloja en lo oscuro de su conciencia, en el político se esconde en lo oscurito: un moche, una concertacesión o un pacto de bancada. Para conocer a profundidad a los consumidores se usan las ciencias sociales, con los políticos basta un reportero valiente. Dice el psicólogo Jim Taylor que los políticos mienten por varias razones: su gran narcisismo, saben que sus seguidores los apoyarán incondicionalmente, creen que la gente no quiere escuchar la verdad porque saberla haría más daño, tienen prejuicios cognitivos, han visto que una mentira repetida se convierte en verdad, y finalmente, saben que el costo de mentir es muy pequeño.

En el país donde las cosas no son lo que se dice sino lo que no se dijo, la especulación y la reserva son parte de la canasta básica. El mexicano ha desarrollado una habilidad para dudar, más si la noticia es positiva. Si el político anuncia que el peso se recuperará, la señal es clara, hay que comprar dólares. Revisamos a contraluz los billetes para no recibir uno falso. Dudar de la identidad del otro es de rigor, no extraña que la credencial de elector funcione como una constancia de honestidad. Al menos tenemos una certeza: el estado mexicano es el estado de sospecha.

lunes, 10 de agosto de 2015

El poder de los demás

El trillado "Jalisco nunca pierde, ¡y cuando pierde arrebata!" no sólo se hizo presente en la semana, es una expresión para ilustrar la ruptura del equilibrio de fuerzas que durante décadas permitió la armonía de los diferentes actores en la vida sistémica del país. Con inusitado ímpetu el gobierno de Jalisco instruyó en Guadalajara la persecución de automóviles que operan bajo la plataforma Uber, y con insólita violencia algunos taxistas atacaron a quienes consideran sus adversarios, llegando al extremo de golpear severamente a una mujer a quien confundieron con un Uber- enemigo, y "levantar" a otros 4 choferes a quienes atizaron y despojaron de sus vehículos.

Gramsci nos sacude con magnitud Richteriana: "La crisis consiste en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer". Como parte de las "conquistas revolucionarias", las agrupaciones sindicales con las que el PRI consolidó su apoyo popular ostentan el derecho de controlar el servicio de transporte público en Jalisco. Estas estructuras son un sistema monopólico que administra los permisos o concesiones de los 12,000 taxis en la zona metropolitana de Guadalajara, lo cual les ha generado un enorme poder y seguramente riqueza a unos cuantos. Estamos ante un fractal (estructura a escala) de la vida nacional donde se privatiza lo público; en Oaxaca la rectoría de la educación la tuvo hasta hace poco un grupo sindical. Entiendo el coraje de los agremiados que han esperado por años una plaza o un permiso de taxi. Pero el mundo ya los rebasó.

Los taxis tapatíos son carísimos. Su tarifa puede ser 4 veces la de Uber. Sus prácticas abusivas, como usar selectivamente el taxímetro, son parte de una cadena de abusos. El dueño del carro abusa del chofer, éste lo replica al pasajero. Era previsible que el rechazo a la amenaza de su negocio se diera con violencia.

Las autoridades y otros burócratas, que llegaron a sus puestos por el apoyo electoral de las centrales sindicales, declaran que no tolerarán competencia ilegal a los taxistas (ficción morbosa: ¿y si resulta que algunos políticos son dueños de autos Uber?). Así como Uber debe estar dentro de un marco regulatorio (no prohibitorio), sería justo que las autoridades declaren al comercio ambulante y a la piratería como comercio ilegal, y que con la misma fuerza liberen miles de kilómetros de banquetas secuestradas en el país.

El nuevo espacio que habitamos, el ciberespacio, está dando un gran poder a los demás, a una sociedad que antes requería de mediadores para expresarse. Con las plataformas de interrelación actuales, la sociedad es su propia intermediaria. El movimiento social que presionó para que el estudiante a quien le sembraron una maleta con cocaína fuera liberado, en otra época habría requerido de mucho más tiempo y esfuerzo. Este nuevo poder influyó para fracturar la hegemonía de la FIFA o para linchar al entrenador de la selección mexicana de fútbol. Estamos viviendo inéditos desplazamientos de poder y del poder. En La alquimia de las multitudes: cómo la web está cambiando al mundo, Pisani y Piotet dicen: "Las redes son la nueva geometría del mundo moderno", yo diría, la nueva geopolítica del mundo en la que personas, grupos y datos conforman una trilogía esperanzadora.

En la medida que los partidos políticos han dejado de ser mediadores de los intereses de la sociedad, los nuevos gestores del interés público pueden ser los candidatos independientes, no extraña que muchos hayan crecido al amparo de las redes sociales. Metáfora de este poder pendular: el día que los consumidores de un centro comercial que cobra el estacionamiento (¡por ir a comprar!) se organicen y decidan no ir durante un día, invertirán el poder. No digo que los estacionamientos sean gratis, digo que lo deberían pagar los comercios que se benefician de las compras de los clientes. Uber y plataformas afines han funcionado como catalizador de ese poder de los demás.

Muchas especies sobrevivieron adaptándose al cambio. Los dinosaurios no. Una revolución los creó, otra los está matando.


domingo, 2 de agosto de 2015

El efecto Rashomon

Si viviera Akira Kurosawa vería en México un reflejo de su icónica película Rashomon. Lugar de culto para cinéfilos alrededor del mundo, la historia narra un hecho que es contado por diferentes personas, dando como resultado versiones disímbolas y contradictorias. La diversidad de puntos de vista sobre un mismo incidente es sin duda parte de la condición humana, después de todo, interpretamos en función de nuestro código cultural e incluso de acuerdo a nuestros intereses y motivaciones. En un país como el nuestro, la naturaleza de la verdad es tan frágil como ser entrenador de la selección mexicana de fútbol.

A propósito del "juego del hombre", de lo más importante de lo menos importante, es indudable que para una enorme mayoría de este país lo que sucede alrededor del futbol, y particularmente en torno a la selección mexicana, es de enorme gravedad. Si te preguntan ¿cómo jugó México la pasada Copa de Oro?, seguramente dirás que mal o, incluso, muy mal. Hay una idea colectiva de que el equipo nacional no tuvo un buen desempeño a pesar de haber ganado el torneo. ¿Qué me dirías si te digo que México tuvo un gran desempeño y superó ampliamente a sus rivales?, como sucede con los personajes de la película del gran director japonés, lo más probable es que dirás que miento, que tú viste otra cosa.

Tuve acceso a datos oficiales donde se mide objetivamente el desempeño de un equipo de futbol, indicadores que los profesionales e interesados en la materia ponderan para determinar sus calificaciones y tomar decisiones, es decir, lo que en el mundo empresarial son los indicadores clave de desempeño. La estadística muestra que México tuvo un gran torneo, liderando, por mucho, en número de tiros a gol, centros, tiros de esquina, remates de cabeza, duelos ofensivos exitosos 1 a 1, y no sólo eso, fue la selección con mejor puntería, teniendo el mejor número de remates de cabeza, tiros a gol y centros, atinados. Por supuesto, el mayor número de goles fue también de México.

¿Qué dirías de un equipo que tiene en un partido 660 pases acertados mientras su rival contabilizó 187? Imagino que hablarías de un dominio casi abrumador y de una efectividad contundente, ¿cierto?, pues bien, estos son los datos oficiales del partido México contra Panamá, donde los nuestros son los de mejor calificación en pases acertados. Las críticas y lo que escuchamos sobre el desempeño del "equipo de todos" parece contradecir los números. Me queda claro que aunque las cifras muestren una tendencia, el desempeño del equipo tricolor no gustó, y ese juicio subjetivo es suficiente para desestimar una medición objetiva. A propósito, por esta misma razón considero que los estudios cuantitativos son buenos pero no suficientes, nunca el qué pasa llegará a entender el por qué pasa.

El secretario de Hacienda declara cada vez que tiene oportunidad que las reformas estructurales están funcionando en beneficio del bolsillo de los mexicanos. Sin menoscabo de aquellos rubros donde efectivamente se han logrado avances, no he escuchado a un solo empresario o comerciante formal o informal hablar bien de la reforma fiscal. Sin caer en el cliché de que a nadie le gusta pagar impuestos, los cambios fiscales implementados se consideran uno de los grandes lastres del país. El efecto Rashomon, cada quien cuenta una realidad distinta.

Estamos acostumbrados a tener muchas versiones del mismo hecho. Desde los magnicidios en décadas recientes, a los desaparecidos de Ayotzinapa, a los escándalos por presunto conflicto de interés de este sexenio, en México ya todo es sospechoso, empezando por la verdad. ¿De cuántas maneras distintas se puede mentir?, se pregunta Sara Sefchovich en País de mentiras, y establece como una de ellas el dar versiones distintas, "un recurso tan usado que ya ni nos llama la atención".

Todos al juzgar retratamos la realidad y, como dice Susan Sontag, "fotografiar es encuadrar y encuadrar es excluir". Rashomon es un templo en Kioto, un lugar que se multiplica cada vez que alguien da su versión de los hechos.

domingo, 26 de julio de 2015

Importar genética

En 1941 el ingeniero suizo Georges de Mestral salió a pasear con su perro al bosque. El pelo de la mascota se llenó de cardos, esos pequeños cuerpos forrados de filamentos espinosos que se adhieren a uno con la facilidad de una tentación malsana. Al quitarle cada cardo al animal, el suizo tuvo la curiosidad de entender qué hacía que esos pequeños se engancharan tan eficazmente; bajo el microscopio detectó que las prolongaciones terminaban en gancho. A partir de ahí inició un viaje que duró varios años para inventar algo que funcionara con el mismo principio. El resultado es lo que hoy conocemos como "velcro" (de velour, terciopelo y crochet, gancho).

La innovación es un concepto que muchos anhelan, pero pocos consiguen, acaso porque implica el pensamiento disruptivo que pone la mirada en un territorio distinto al campo de quien pretende innovar. El diseñador Bill Stumpf innovó para Herman Miller al crear la silla ejecutiva Aeron, un producto que rompió los convencionalismos de la época. La silla fue rechazada en todos los grupos de enfoque; los consumidores, teniendo en mente una silla ejecutiva forrada de piel o tela, no concebían que pudiera llamarse "terminada" a una silla que mostraba su mecanismo de la misma forma que un cuerpo revela su esqueleto. Stumpf se inspiró, es decir, importó genética, de muebles y sombreros de bejuco, materiales "respirables", para hacer el asiento y el respaldo de una silla que hoy, además de haber ganado premios y romper marcas de ventas, es un símbolo de estatus.

Innovar difícilmente se logra mirando lo que hacen otros en la misma actividad. El extinto genio musical mexicano, creador del sonido estereofónico, Juan García Esquivel dijo: "mi manera de acercarme a las canciones es como si fuera un pintor. Yo puedo ver el lienzo y la música es color". Su obra maestra, See it in sound, salió a la venta en 1999 luego de 39 años de haber sido archivada; en su momento fue catalogada de "mamarracho musical" y peor: "sonidos nauseabundos de latones, diversos instrumentos que son, en la mayor parte de las cosas, intolerables. No tengo dudas de que en un par de años sus cintas yacerán pudriéndose en áticos y garajes". Esquivel creó también la música de Los Picapiedra y La familia Monster. El estribillo de la serie Sex and the City está inspirado en su Mini Skirt.

Tomé una fotografía en una de las estaciones del Metro de la Ciudad de México. Muestra un local comercial de productos "remediales", cuasi milagrosos, que evocan el tipo de soluciones que el mexicano promedio busca para sus problemas (además disfruto el talento, sentido común y creatividad para nombrar ciertas fórmulas, en una palabra cuentan todo: Glucofín, Prostasán, Retardín). Este puesto visualmente caótico y abigarrado encierra una estructura que lo hace funcional y atractivo. La saturación, ese caos ordenado, connota precio bajo, las formas repetitivas facilitan el anclaje de la mirada, se vuelven fondo y figura, la marchanta detrás del mostrador presagia atención inmediata y personal. A miles de kilómetros de ahí, la recepción del innovador hotel QT, en Manhattan, tiene la misma genética, semeja un puesto de la calle.

A uno de los centros comerciales más exitosos y bonitos de México, en Zapopan, le recomendé importar genética de las calles europeas para definir cómo tenía que ser la experiencia vivencial de los visitantes. Hoy, las sillas de los restaurantes para ver pasar peatones y autos constituyen una de sus partes vibrantes e icónicas; esculturas e hitos para tomarse la foto, áreas de estética cautivadora, fuentes atrayentes, música en vivo y demás seducción sensorial son parte de su encanto.

Para crear Cirque du Soleil, Guy Laliberté importó genética de la ópera, del teatro, la danza y de Broadway en general. El mundo es un inventario de innovaciones, el reto es aprender a verlas. De aquí la importancia de mirar sitios aparentemente descabellados, entender su estructura y replicar. Primero rechazada, la innovación es la obviedad que el tiempo afirma.

lunes, 20 de julio de 2015

Esencia bribona

Nada fácil tiene el panorama el presidente Peña, al cúmulo de descalabros sexenales se le suma esta semana el desdén del mercado para participar en inversiones petroleras y la multicitada fuga de Joaquín Guzmán Loera, que puso al país en el reflector mundial del narcotráfico y la vergüenza. Con ánimo de apoyar la figura presidencial (apoyar a México), le diría al Presidente que puede ser que sus reformas energética y educativa fracasen, le queda medio sexenio para otro logro: iniciar la transformación cultural del mexicano, una reforma social que modifique la forma negativa de ser mexicano, para pasar de una cultura de ilegalidad y desprecio por la ley a una de honestidad y legalidad. De conseguir el inicio de esta gesta, presidente Peña, su nombre pasará a la historia del lado de quienes han construido patria y servido a la nación (atributos que hoy la gente no le reconoce).


Mi recomendación será muy simple y a la vez retadora: presidente Peña, lea el libro Las hazañas bribonas: cultura de la ilegalidad, del doctor José Guillermo Zúñiga Zárate, y forme un equipo de trabajo que implante sus recomendaciones. Por supuesto, esperamos lo que no ha mostrado, su autocrítica, el buen juez por la casa empieza.

El doctor Zúñiga ha hecho una investigación científica sobre la cultura de ilegalidad en México y no puedo estar más de acuerdo con él cuando dice que el mexicano tiene una esencia bribona (ese lado astuto y sagaz para transgredir la ley, ser transa), que es parte de lo que yo llamo código cultural, una especie de instructivo intangible que nos hace actuar de cierta forma, a veces para el bien, otras para el mal, y que es implantado en los niños desde que empiezan a tener memoria, forjando un patrón de conducta proclive a la ilegalidad, que se hace de muchas leves transgresiones, pequeños actos permisibles que luego escalan a delitos mayores, y se autojustifican en cualquier nivel socioeconómico y cultural.

He visto, en una escuela primaria de alto poder adquisitivo, muchos autos en cuya placa trasera se ha sobrepuesto una mica que impide que el radar contra el exceso de velocidad les tome una fotografía y les multen. Hablo de padres de familia con educación, indignados por la corrupción en México, por la fuga de El Chapo, por el actuar del Presidente y su gobierno, que son, por otro lado, una manifestación de la enfermedad degenerativa y crónica del país: todos formamos parte de un sistema corrupto.

El doctor Zúñiga ha determinado un patrón de lo que llama "hazaña bribona" o acto de deshonestidad: la oportunidad (alguien me vende la mica antiinfracción), el sigilo (mi placa quedará oculta), la oposición (no quiero cumplir la ley ni pagar la multa) y la emoción (la satisfacción que me da brincarme la ley).

Su libro debería ser lectura obligada en familias, escuelas, iglesias, corporaciones y cualquier tipo de instituciones. Su mérito es que no sólo diagnostica bien, también da recomendaciones: evidenciar, hacer conciencia (al estilo AA) del patrón de deshonestidad (si se habla de ello desde la casa, oficina, calle, será más difícil hacer lo contrario, disminuiría la doble moral), abrirse a prácticas internacionales, usar manuales de procedimientos, lograr certificaciones, cumplir reglas y leyes sin excepciones (cero tolerancia), usar tecnología (GPS, cámaras de vigilancia, etcétera), implantar una cultura de legalidad desde casa (no es suficiente que haya leyes y reglamentos), cambiar la programación neurolingüística cultural, incluir a las mujeres (especialmente las madres, aquí coincide con Sara Sefchovich) para detener a los delincuentes de casa, entre otras.

La esencia bribona impide mover a México, es el componente activo de la corrupción y la falta de valores del mexicano, desde sacar provecho de un puesto y recibir beneficios ilícitos de proveedores sin importar el conflicto de interés, hasta escapar de una multa por exceso de velocidad o escapar de una prisión de alta seguridad. La esencia bribona es el túnel por donde se escapa el futuro de México.