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sábado, 24 de agosto de 2013

Evidenciómetro

Vas dormido en el autobús. A unos cientos de metros, por el carril contrario, se aproxima un tráiler con doble remolque, lleva sobrepeso de sorgo. Cualquier físico podría hacer un cálculo mortal: un impacto frontal contra tu autobús (que también lleva sobrecupo), equivale a destrucción de masa.
Nuestra capacidad de prevenir accidentes es inversamente proporcional al postulado filosófico mexicano: “cuando te toca, aunque te quites, y si no te toca, aunque te pongas”.

Y les tocó. Apenas imagino el tamaño de la tragedia sucedida hace 3 días en una carretera del Estado de Veracruz, dejó 43 muertos, muchos heridos y preguntas.

Supongamos que existe un aparato para regresar el tiempo, llamémosle “evidenciómetro”, capaz de ver con detalle dónde estuvo la causa, la consecuencia, la causa anterior, y así, el punto inicial de la cadena que en algún punto de fragilidad rompió el perno o el enganche de la segunda caja de remolque que arrastraba el tráiler.

De existir el evidenciómetro, llegaríamos a un taller mecánico, de esos que crecen como hierba al margen del camino, donde un chalán embarrado en grasa, dijo “ya está listo, le revisamos todo y está bien”. La falla potencial estaba ahí, pero el mecánico no la vio. La pregunta es ¿cuántas vidas podrían salvarse si alguien viera falla en potencia?

El sistema cultural de un país predispone su capacidad de prevención. Nuestro México lindo y querido es bastante cegatón en este aspecto. “Todavía le aguanta la llanta, patrón”, equivale, en otro país con más prevención, a “Tiene que cambiar esa llanta, ya”.

Nos reímos de las señales gringas que en una alberca dicen “Ocupación máxima 47 personas”. Cualquiera que haya pasado por un balneario en Oaxtepec o viajado en Metro en el DF, sabe que hay un factor mexicano (“factor muégano”) que exponencia el cupo. Donde caben 47 caben casi 250.
Los estándares de prevención están fuertemente ligados a creer que los accidentes pueden pasar. 

Nosotros preferimos llenar los caminos de cruces en señal de que “así lo quiso el creador”. Los domingos, por las carreteras mexicanas, las pickups cargan familias, vecinos y arrimados. Todos caben en un día de campo (potencialmente mortal), y las autoridades ni se inmutan. Cada vez que veas una pickup así, acuérdate de mí.

El evidenciómetro nos mostraría también al operador del autobús de pasajeros diciendo “a ver, hagan campo que viene más gente”. Un administrador o un dueño del autobús antes dijo: “ni madres, no hagan dos viajes, en uno caben”. Y antes, alguien recibió dinero a cambio de expedir una licencia de chofer, sin pasar por los requisitos de ley.

Al llenar el tráiler de sorgo, el encargado dijo “¡échale, échale!”, pasando por alto una línea roja que marca el nivel máximo, total “nah, eso lo ponen allá pa’l gabacho, aquí no pasa nada”.

Ser precavidos en México implica subir nuestras medidas de precaución a un punto donde pensemos que exageramos. Si no sentimos esto, seguramente no se trata de una medida razonable. El mecánico que revisó el tráiler tuvo que haber pensado: “es exagerado cambiar esta pieza, se ve buena, pero la voy a cambiar”, el encargado del autobús de pasajeros: “mandar la gente en dos autobuses es exagerado, lo voy a hacer”, y así sucesivamente.

El evidenciómetro nos llevaría al origen. El sistema político que dio estabilidad al México postrevolucionario, también sembró la semilla del accidente. Ancló la corrupción como lubricante social y una educación técnica ausente o mediocre. Esto permitió ciudadanos manipulables, ciegos, incapaces de pensar y prever, buenos para subirse a los camiones que los acarrean, a cambio de una torta. Prever equivaldría a tener ojos para ver la desgracia que viene. Se perderían muchos votos.

Toda esta estructura de evidencias, sucede a nivel político, particularmente el legislativo, donde urge dignificar el Congreso, deshacernos de los chalanes-diputados, en su mayoría ineptos, que no sólo no ven las fallas sino que se autopremian por fallar, como también hacen los partidos.


Se enlutaron muchas familias porque varias personas no exageraron. Corregir una falla en el sistema cultural siempre está en el lugar menos pensado. ¿Exagero?, por supuesto.

Publicado en Grupo Reforma,  periódico Mural, el  22 de Abril de 2012.

Ilusionistas

"Aki komiendo kn mi fmilia, tu?"

Leí una sentencia definitiva: la tecnología nos acerca a los que están lejos y nos aleja de los que están cerca. Hace pocos días lo comprobé. Estaba comiendo con unos amigos y con nuestros hijos adolescentes, todos sentados en la misma mesa pero no todos presentes. Teléfonos celulares en mano los jóvenes se comunican obsesivamente con sus amigos que están a la distancia. Como zombies tecnológicos, su cuerpo está ahí pero ellos escapan por redes inalámbricas a velocidades infinitum y más allá.

" yo tmb en ksa d abuela. a q ora t skapas?"

Ehrich Weiss mejor conocido como Harry Houdini, ilusionista húngaro, leyenda de la magia, huyó de su casa a los nueve años para unirse a un circo. Con el tiempo asombraría a miles por su habilidad de escapar de retos imposibles. Los jóvenes de hoy emulan escapes menos sorprendentes. Cabizbajos, absortos en un universo paralelo, sus dedos prodigan códigos en un minúsculo teclado, eslabón al mundo.

"sta cañon t llamo x las 6 wey"

Ausentes a la conversación y a lo que los rodea, los amantes del SMS, BBM y otros acrónimos de servicios de mensajes electrónicos, los adolescentes practican verbos cibersociales mientras sus padres simplemente conjugan los tradicionales: comer y platicar. Textear llegó a nuestras vidas, llegó para permitirle a los jóvenes escapar del lugar sin forzar la cerradura o brincar de una ventana. El adolescente vive en fuga permanente sin más límite que la velocidad de sus dedos o la eficacia de una red invisible.

"k onda mi Lu, q pex anoche?"

No todo está perdido. Textear durante la comida encierra momentáneos goces en los padres: comprueban que sus hijos adolescentes todavía sonríen, aunque el gesto vaya dirigido a un aparato que sostienen sobre las rodillas. Escapistas modernos, la tecnología les da posibilidades múltiples para sostener conversaciones en distintos puntos de la ciudad, o del planeta, la distancia no existe.

"ni m digas wey, q oso kon la foto de tu hno. xfa no las subas a fb xq mueroooo!"

"A mí hijo ya no le grito que baje a comer, le mando un text" me dijo con resignación una amiga. Como toda arma de dos filos, los mensajes electrónicos han abierto un efectivo canal de comunicación. "Mi hijo me dice cosas por esemes que no me diría en persona" se consuela otra amiga para quien la era de la hipercomunicación tiene aristas salvables.  Las mamás han aprendido a expresar su amor bajo el nuevo código: "tqm" (te quiero mucho).

"sip llama m 6 y vmos al cine kon fer y sofy"

Los padres no son las únicas víctimas. La gramática y la sintaxis sucumben ante la embestida brutal del texteo. Las flagrantes violaciones al lenguaje y la sustitución o mutilación de palabras suman al sentido de anarquía y separación propios de la adolescencia. Aquel que intente escribir con palabras completas y signos ortográficos está fuera de la tribu. Que no nos quede duda, estamos ante la gestación de un nuevo lenguaje que ayuda a fortalecer vínculos.

"jajajaja bno djame ver pero c me hac q ya sbieron tu foto wey"

Vivir pegado a los mensajes de texto es una adicción social. "Texteo, luego existo" es una nueva forma de pertenecer a la manada, también una forma de poner la vida en una orilla cuando el texteo se practica mientras se conduce un automóvil. ¿Cómo resistir el sonido electrónico que avisa de un nuevo mensaje? En la época de la gratificación instantánea tardarse en responder es negarse a la digitalización de nuestra vida. Nunca un minuto es tan largo cuando se espera la respuesta a un mensaje electrónico.

"no mnchez q kbrona! t dije q noooooooo!!!!!"

En sus últimos años Harry Houdini se obsesionó en desenmascarar a médiums y espiritistas. Si viviera el más grande escapista de la historia tal vez perseguiría a quienes se comunican con el más allá vía mensajes electrónicos.

"ya m voy, t bsco + trd"

El 24 de Mayo de 1844 Samuel Morse mandó el primer mensaje telegráfico inspirado en una cita bíblica. A más de un siglo de distancia el mensaje es digno de ser enviado por SMS:


"q a exo dios?" (¿Qué ha hecho Dios?)


Publicado en Grupo Reforma, Periódico Mural el 10 de Junio de 2010

viernes, 23 de agosto de 2013

Remontar la pizarra

El beisbol no es particularmente lo mío, sin embargo esta semana se me presentaron turnos al bate, como si estando en el montículo, un cátcher me hiciera señales y yo pudiera leerlas. Llegué a Oaxaca para una encomienda de la Secretaría de Cultura, provocada por Eduardo Cruz, “Boris”, amigo de la infancia con quien jugaba beisbol. (Para refrendar que no nací para ser pelotero, uno de mis primeros lanzamientos se estrelló en la ventana de su tía. Las amistades entrañables se amalgaman con defectos. Boris me habla 40 años después). 

Impartí una semana del Diplomado en Creación de Empresas Culturales, “Operación Semilla” como le llamo, donde artistas emprendedores descubren la conciliación entre cultura y mercado, una forma de hacer rentables sus proyectos sin sentir que traicionan un llamado social.

En un vuelo reciente me disponía a leer cuando se interpuso la vida de Jackie Robinson. La película “42” narra la incursión a las Grandes Ligas del primer jugador negro, apenas en el año 1947, cuando el racismo y la segregación eran brutales en Estados Unidos. La cinta me pareció trascendente, más que una película, es una reconciliación ideológica de la sociedad norteamericana, el cine como forjador de conductas. Luego de soportar humillaciones y  vencerlas, Robinson demostró ser un gran jugador a quien la historia recompensó. Su número, el 42, es el único retirado de todos los equipos de Grandes Ligas.

Mi salón de clase resultó ser el área donde alguna vez estuvo el coro de una iglesia, parte de lo que hoy es el Centro Cultural San Pablo. En mis ratos libres hurgué el recinto y fui de sorpresa en sorpresa. Una leyenda en uno de los muros me trajo de nuevo al mundo del beisbol: “Mi vida se centra en jugar temporadas filantrópicas, procuro llenar de hits los partidos, correr las bases con la máxima rapidez y anotar muchas carreras para promover una vida más digna entre las personas” Firmado, Alfredo Harp Helú.

El hombre que ve su vida como un partido de beisbol ha apoyado muchas obras sociales, culturales y educativas en Oaxaca, a través de la fundación que lleva su nombre y con el apoyo y vocación de su esposa María Isabel. Si tan sólo hubiera un Harp en cada ciudad de México, pensé, mientras recorría el edificio y me enteraba de su asombrosa historia.

El sitio es un ente que ha resistido el paso de los siglos. Ha sufrido terremotos, el primero en 1608, lo dejó derrumbado; funcionó como convento dominico donde se enseñaba la doctrina cristiana en náhuatl, mixteco y zapoteco, fue expropiado con las leyes de Reforma, mutilado por una calle, fraccionado y vendido a particulares, abandonado, refugio de malvivientes, convertido en vecindad ruinosa en los años recientes. Lo que fue la primera iglesia dominica en Oaxaca, hasta hace poco tiempo era una lamentable muestra de la degradación física y humana, un patrimonio perdido hasta que en el año 2005 fue adquirido por Harp y a partir de ahí inició su rescate y reconstrucción.

Durante los trabajos de rescate, los arqueólogos encontraron osamentas de 2500 años de antigüedad, dato que cambia por completo la idea que se tenía sobre los antiguos habitantes del valle. En el siglo 18 el inmueble fue sede del Instituto de Ciencias y Artes donde Juárez impartió clases y Porfirio Díaz trabajó de bibliotecario. Y ahí me encontraba yo dando clase, gracias a la visión de un pelotero filántropo.

Ni duda cabe que Alfredo Harp ha pasado duras pruebas en el partido de su vida. Así como ha sido ponchado, también se ha volado la barda. A mis estudiantes les pregunté por un benefactor de Oaxaca. Dos nombres brincaron: Toledo y Harp; éste levanta ciertas suspicacias por su origen empresarial. A quienes opinaron que Harp no era un benefactor, les pregunté “¿Es Oaxaca mejor o peor con Harp?”, su silencio habló. Aún sin el arraigo del Juchiteco, su obra filantrópica está construyendo caminos y recuperando patrimonio histórico de los mexicanos.

Salí de San Pablo como quien deja a un viejo amigo. El edificio me habitó por una semana.

Ignoro el número en la franela de Harp Helú, algún día Oaxaca lo retirará. Porque Oaxaca es la confirmación de que hay esperanza. Me consta que ahí, un pelotero se reconstruyó.

Publicado en El Norte, Mural y Reforma, el 18 de Agosto de 2013