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jueves, 10 de agosto de 2017

Ellos y Nosotros

¿De dónde proviene la generación de ingresos de un mexicano? En la mayoría de los casos, de la remuneración por un trabajo prestado honestamente o por la intermediación comercial, legítima de un bien o servicio. Dentro de la esfera de lo que podríamos llamar "gente trabajando" existe un comportamiento tramposo, amañado, que busca esquilmar al prójimo. Se trata de un sistema donde más que ver clientes o usuarios, se detectan víctimas y participan cómplices. Operaciones tan cotidianas que en esa aparente normalidad tienen su camuflaje.

Jorge me cuenta que llega al aeropuerto de CDMX (T2). Va con una caja que él ha empacado razonablemente bien. Se le acerca diligentemente una persona para ofrecerle el servicio de embalado, ya saben, sellar el bulto con metros y metros de plástico hasta formar una mortaja. Mi amigo niega el ofrecimiento y el vendedor insiste: "no se la van a aceptar así". En la entrada de la fila para documentar, el empleado de la aerolínea le señala que tiene que embalar la caja, que ni se forme antes. Jorge paga por apenas un par de vueltas de plástico. "¿Tan poquito?", le dice al embalador, quien confirma que con eso es suficiente. Ya en la báscula de documentación, otro empleado de la misma aerolínea, a pregunta de Jorge, le dice que no era necesario embalar la caja, que se ve bien protegida y que además no es obligatorio, es una decisión del pasajero para proteger sus bienes.

Ante la prestación de un servicio legítimo, el embalaje opcional de equipaje, ha surgido una conducta tramposa donde se coluden empleados de varias empresas. Se trata de una puesta en escena con objeto de aumentar las ventas y repartir comisiones. Ellos caen, Nosotros ganamos. La lógica es lapidaria y se repite en otros puntos. En las llegadas nacionales, justo cuando los pasajeros recién recuperaron su equipaje, están los mostradores que ofrecen servicio de transportación. Estratégicamente, los primeros corresponden a los taxis de mayor categoría (y precio), camionetas ejecutivas que cuestan el doble de los taxis convencionales del aeropuerto (que ya son de por sí caros respecto a servicios como Uber). Muchos pasajeros inexpertos terminan pagando más por un servicio que no querían.

Qué me dicen de la imposibilidad de llevar el carrito que carga las maletas hasta el estacionamiento del aeropuerto. Hay una línea bien delimitada para que los cargadores con sus diablitos puedan operar. Así como los taxistas de aeropuerto y sus patrones (generalmente políticos) ven en Uber y similares enemigos mortales, los maleteros ven en la tecnología de los carritos empujados por pasajeros, el fin de su vida. Es el antiguo régimen que se niega a morir, ¿suena familiar?

Este comportamiento de esquilmar a quien se deje es un patrón que se replica en muchos otros ámbitos de la vida nacional. Va desde los actos triviales que se solucionan con monedas hasta entramados con obra pública que llevan transferencias millonarias de por medio. En ambos casos existe una ruptura o un socavón, dejamos de ser un Nosotros, una comunidad integrada donde ganemos todos, para ser una comunidad dividida donde si Ellos ganan, Nosotros perdemos. Así que hay que hacer que Nosotros ganemos aunque Ellos pierdan.

El país no mejorará sus condiciones de conducta ética si la sociedad no participa para bien (hoy un gran porcentaje de la población se presta a esta depredación del prójimo). La falta de valores cívicos es una crisis que rara vez se menciona.

En la película Dunkerque, largamente ovacionada por la crítica, se destaca el gran valor estratégico que tuvo el rescate, milagroso, de más de un cuarto de millón de soldados ingleses, franceses y belgas en la costa norte de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Sin el éxito de esta operación probablemente los alemanes no habrían sido derrotados. Destaco la participación de embarcaciones civiles que valientemente asistieron a los soldados caídos (o no), para llevarlos de vuelta a Inglaterra.

No vi ciudadanos esquilmando soldados mientras estos flotaban a la deriva. Vi solidaridad y compromiso moral por una causa. La película nos deja un gran sentido de logro gracias a que de entre un Ellos y Nosotros, surgió un Nosotros capaz de lograr el milagro, uno tan grande y posible como el que México reclama.

Campos mórficos

Violencia e inseguridad son quizá el reto más grande que enfrenta el país. Si los males se curaran con diagnósticos, seríamos una potencia mundial en soluciones. Ya sabemos de la corrupción e impunidad, también de nuestra necesidad de un Estado de derecho para que México cambie. Pero ¿dónde empieza el cambio?

Necesitamos un cambio cultural. No aquel que borre nuestro pasado y tradiciones, sino aquel que reprograme nuestros hábitos sociales. La pregunta es ¿cómo se reprograman las prácticas cotidianas de una sociedad? Otras veces he expresado mi optimismo (que aquí refrendo) al decir que todo sistema social es modificable, que necesitamos actitudes de contagio positivo o "metáforas de cambio posible" donde un mexicano ve un cambio positivo a partir del ejemplo. El punto crucial es que lo positivo y lo negativo son contagiables. La sociedad es como un cuerpo y mente colectivos y puede infectarse. Veo al país contaminado por un virus delincuencial severo.

Hay sociedades donde se siente una vibra o (para aquellos que quieren conceptos concretos) una actitud generalizada hacia cierto tema. Es fácil identificarlo, los habitantes hablan de ello en el café, las noticias lo replican. Ese tema dominante influye en el comportamiento de todos.

Jorge Fernández Menéndez ("Sepelio de El Ojos y base social del crimen", Excélsior, 26 de julio de 2017) da en el clavo: "...hay cientos de miles, o quizás millones, de personas involucradas de una u otra manera en el crimen organizado...". Coincide con Sara Sefchovich en su libro ¡Atrévete!, donde menciona que para revertir la delincuencia no se trata de regenerar el tejido social, pues éste es más sólido y compacto de lo que creemos; que la familia es un apoyo para lo positivo pero también para lo negativo, que las mujeres deben atreverse a romper con este apoyo hacia el mal. En el mismo sentido, Reforma expuso hace unos días que El Ojos tenía una red político-policial y mencionó cómo el sistema de mototaxis en realidad funciona como una red de halcones. Este funcionamiento es similar a las células del cuerpo. ¿Pensar en soluciones biológicas es descabellado?

El biólogo Rupert Sheldrake acuñó el término "campos mórficos" para explicar que todos los individuos de un grupo social estamos conectados a nivel energético, lo que produce comportamientos similares, aun cuando no haya contacto físico. El que una parvada forme simétricas estructuras mientras vuela, el que nuevos individuos entre los animales o entre los humanos nazcan con habilidades que sus antepasados desarrollaron es por el campo morfológico o mórfico. ¿No acaso hablamos de "nativos digitales" y vemos a bebés manipular aparatos tecnológicos con naturalidad? Existe, dice Sheldrake, una resonancia mórfica (propagación energética de información) en la sociedad, de ahí un patrón de conducta que domina.

La lucha contra la delincuencia organizada debe empezar por entender que esa organización no sólo es a nivel físico. Hay un campo energético social que influencia a la comunidad (con manifestaciones físicas como la apología a los criminales, las noticias, el cine, la música, la indiferencia, el sentido de desesperanza, el robo generalizado de combustible y más) del mismo modo que dos objetos se atraen por un campo magnético. Cuando las sociedades florecen, la energía social de contagio es positiva (pensemos en el Renacimiento, en el esplendor grecorromano, o en países donde domina una tendencia, como el número de premios Nobel o patentes que produce), cuando degeneran sucede lo contrario. En ambos casos se atrae y se genera más de lo mismo.

En México no domina la ética, la ciencia, la investigación, las artes, el emprendimiento, la filosofía. Sin embargo hay mexicanos muy talentosos en estos campos. Lo que domina es la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción, la impunidad. Y también hay mexicanos muy hábiles para ello. Inclinar la balanza hacia lo positivo implica generar energía positiva, empezando por nuestro pensamiento, lenguaje y acciones. Y por supuesto, una estrategia educativa para todas las edades y todos los segmentos sociales en los temas que queremos que dominen en nuestra vida cotidiana.

Hay por supuesto una estrategia esotérica: esperar la fuerza de la ley.