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lunes, 29 de febrero de 2016

Xóchitlscope

En un medio donde los políticos son tibios a la hora de defender el interés de los ciudadanos y hacer cumplir el Estado de derecho, destaca el carácter de Xóchitl Gálvez, con quien me une el deseo de poner orden y una terca afición azul, tanto que he llegado a pensar que si la jefa delegacional de Miguel Hidalgo fuera futbolista, sería una mezcla entre Alberto Quintano, Kalimán Guzmán y El Confesor Cornero, todos de firmeza cementera, cualidad con la que la funcionaria y su equipo se plantan frente a la ciudadanía a través de Periscope.

Arne aus den Ruthen, city manager de esa delegación, exhibió por Periscope transgresiones a la ley por parte de escoltas, los de la familia Libién y los del jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán. En el primer caso le propinaron una golpiza y le robaron el celular y ya hay un consignado; en el segundo ya hubo una disculpa pública vía Twitter. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, la prepotencia de los poderosos siendo mode- los negativos y contribuyendo a la impunidad.

Al considerar que no están claros los límites de la autoridad, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal ha intervenido y su accionar se ha interpretado como una defensa de los prepotentes. Una de las mentes preclaras en esta polémica es la del doctor Macedonio Tamez, diputado federal por Movimiento Ciudadano, quien afirma que si el Estado hiciera bien su labor como primer defensor de los derechos humanos, las comisiones al respecto no deberían existir, pues además ahora se creen dueñas del monopolio de la defensa de esos derechos, sin considerar que éstos no son absolutos pues los derechos de unos terminan donde empiezan los derechos de otros.

¿Conviene a la sociedad exhibir a los infractores? Mi respuesta es un contundente ¡sí! He sostenido desde hace tiempo que son las pequeñas y en apariencia banales transgresiones cotidianas las que provocan conductas delictivas mayores y un clima creciente de ilegalidad e impunidad. A raíz de esto conocí de los trabajos científicos del doctor José Guillermo Zúñiga quien amablemente me buscó para exponerme lo que él llama "hazañas bribonas" y que empata con mi teoría. Aunque el doctor Zúñiga hace una disertación semántica para llamarle "bribón" al transgresor, yo prefiero una etiqueta más fuerte: transa, infractor, gandalla.

El doctor Zúñiga identifica 4 componentes de la formación bribona (que por cierto, comienza a edad temprana): la oportunidad, el sigilo, la oposición y la emoción. En otras palabras, "soy escolta, tengo la oportunidad de estacionarme donde quiera, nadie sabe quién soy, sé que está contra la ley, pero con mi patrón no se meten, así que se chingan". Ahí están los 4 ingredientes. El que la autoridad puede interferir directamente es el sigilo, de ahí que exhibir al infractor es efectivo para combatir y prevenir conductas delictivas.

Aunque esta visión orwelliana de la vida no es la ideal, representa un camino para revertir el grave clima de ilegalidad e impunidad. Francisco Guzmán es ejemplo de lo que no se debe hacer y de lo que sí se debe hacer en México. El jefe de la Oficina de la Presidencia no se hubiera disculpado públicamente con los vecinos ni hubiera solicitado las multas para pagarlas, si no hubiera sido exhibido. De hecho, su primera reacción fue típicamente bribona: negar que los escoltas eran de él. La exhibición de conductas transgresoras no debería limitarse a la autoridad, cada ciudadano es en potencia un reportero (y un bribón). Que se preocupen o tengan miedo quienes obtienen beneficios en contra de la ley.

La exhibición per se no es suficiente para revertir el desprecio generalizado por la ley. Como dice el doctor Zúñiga, hacer consciente a la sociedad de los 4 componentes de la hazaña bribona es clave para disminuir y eliminar este comportamiento que no respeta edad ni condición socioeconómica. La SEP debería incluir esto en sus libros.

Periscope y la voluntad política pueden cambiar uno de los mantras mexicanos. Algún día diremos "el que es transa no avanza".

domingo, 28 de febrero de 2016

El ligue y la ciencia

Un espacio público esconde lecciones para quien quiere verlas. Caminaba con mi esposa por el parque Lincoln, en la Ciudad de México, cuando nos encontramos a un amigo con su pequeña hija en la zona de los columpios. Mi esposa me dijo "mira, qué buen papá". Charlamos brevemente con ellos y nos despedimos. Luego entramos al aviario que está enseguida. Como sorpresivo y excepcional anfitrión, un pavorreal nos abordó de frente. Me aproximé despacio para tomarle una foto; al sentir invadido su espacio vital, abrió su plumaje, penacho natural de un realismo psicodélico notable.

Un par de días después entendí por qué me había sucedido el episodio del parque. Una de las materias más fascinantes con las que me he topado es la psicología evolutiva, vertiente que considera que nuestra conducta ha sido moldeada a través del tiempo mediante transformaciones que mujeres y hombres han realizado para poder adaptarse a las exigencias de su tiempo. Los fundamentos de la psicología evolutiva definen gran parte de lo que nos motiva en la vida e incluso explican por qué mujeres y hombres somos diferentes, y claro, cómo ser complementarios.

Recordé que en algunas de mis charlas y conferencias tengo la foto de un papá con su hijo en un columpio y también expongo a un pavorreal con plumaje desplegado. Ambas imágenes las muestro casi una después de la otra; no puedo dejar de sorprenderme porque el aviario del parque está justo después de la zona de juegos infantiles. En fin, el punto es que acostumbro argumentar que para una mujer, la escena de un papá cuidando a su pequeño hijo en el parque hace atractivo al hombre (más allá del estereotipo de galán perfumado y lente oscuro) pues biológicamente hablando, la mujer se hace 3 preguntas (que no necesariamente son conscientes) sobre el hombre: ¿tiene buenos genes?, ¿será un buen compañero?, ¿será un buen papá? Es decir, hay ciertas virtudes biológicas que, al tenerlas o desarrollarlas, hacen que un hombre se vuelva atractivo para las mujeres.

Geoffrey Miller, psicólogo evolutivo, tiene varios libros sobre el tema, su más reciente trabajo, Mate: become the man women want, debería ser lectura obligada para los jóvenes y los no tanto, que quieran entender a las mujeres (y viceversa). Hay motivos científicos para explicar por qué un hombre con pareja es más atractivo para una mujer (del mismo modo que es más fácil conseguir un nuevo trabajo, teniendo uno, o por qué se antoja más entrar al restaurante donde hay espera), también para entender que la supuesta complejidad femenina es una arma contra los abusos físicos y psicológicos del hombre. Miller propone relaciones honestas de ganar-ganar, donde conseguir pareja es encontrar a alguien que quiere lo mismo que tú.

Cuando hablo de "ligue", me refiero al vínculo ético entre un hombre y una mujer, ese elemento aparentemente inmaterial que constituye la materia prima de la atracción y la conquista. Entender la teoría de género implica entender los aspectos primitivos de nuestra conducta; psicológicamente seguimos siendo cavernícolas. La expresión "hacer química" con alguien, no es sólo figurativa, en toda relación afectiva hay un diálogo oculto de los genes que buscan su sobrevivencia, de ahí que la mujer seleccione al proveedor que le dé más seguridad para que sus genes (sus hijos) tengan mejores condiciones para sobrevivir (léase sobresalir socialmente, cubrir necesidades básicas y otras no tanto). Ver las cosas desde la perspectiva de la psicología evolutiva hace que entendamos por qué para la mujer la frase "no te preocupes, yo me encargo" es más romántica y poderosa que "te amo". La primera lo dice y lo hace, la segunda nada más lo dice.

El pavorreal macho seduce a la hembra con su plumaje, despliegue de atributos reproductivos que transmiten "tengo buenos genes, si unes los tuyos con los míos, habrá buen resultado". Pero no es suficiente. Y aquí el reino animal nos da una gran lección a los hombres. El pavorreal además debe bailar y bailar bien para consumar la conquista.