A
Gustavo Aragón y a mi nos unen varias historias y algunos agravios. Compañeros
de estudio en la preparatoria, estuvimos a punto de ser suspendidos y creo que
hasta expulsados. Sucedió en la primera clase de la mañana, en el laboratorio
de química. Entre matraces, probetas y batas blancas, una leyenda ominosa
anunciaba en el pizarrón algo más fuerte que el ácido clorhídrico: “El maestro
es puto”.
El
grupo fue convocado a la dirección donde se nos dio un ultimátum: el autor de
la memorable frase debía declarar su culpabilidad o todo el grupo sería suspendido.
Nos dieron 24 horas para resolver. El director nos tenía en sus manos, pero mis
manos tenían a mi papá y éste, una pregunta certera.
Al día
siguiente, el director reunió una representación del grupo para cumplir la
sentencia. “¿Usted va a hacer justicia suspendiendo al grupo? “ le pregunté en
medio de un silencio de patíbulo. “Así es”, dijo con firmeza. Como en una
partida de ajedrez donde el rival muerde el gambito, me sentí salvador de
todos: “Entonces va a hacer justicia, cometiendo una injusticia, ¿se da
cuenta?”.
Nunca
supimos quién escribió el agravio. El punto es que ahora Gustavo me comparte su
indignación y sus ideas por el castigo que la FIFA quiere imponer a la
Selección Mexicana, con lo del ya famoso grito de “¡Puuuuuuuutooooooo!”
La FIFA
debe saber que ni todos los homosexuales son putos, ni todos los putos son
homosexuales. El polémico término tiene su origen para calificar al varón que
se vende a otro, por necesidad o conveniencia, independientemente de la
orientación sexual. En nuestro medio esto se ha convertido en “vendido”, “traidor”.
El “¡Puuuuuuuutooooooo!”
es de cuna jalisciense. Nace como reproche al portero de extracción atlista Oswaldo
Sánchez, por cambiar a equipos antagónicos. El aficionado, dolido y
traicionado, decidió castigarlo en cada oportunidad. El ritual, con el cual no
simpatizo, se ha popularizado y hoy, gracias a una burrada de la FIFA, tiene
fama mundial.
Como
sea, el grito dista mucho de ser racista, homofóbico o intolerante. Los
aficionados mexicanos, como en otros mundiales, se han hecho presentes de forma
notoria. Si hubiera una copa para los fanáticos, México llegaría a la final. La
expresión colectiva es más una arenga tribal para ser parte del juego, molestar
(inocentemente) al portero rival, que un insulto. La porra haciendo su juego.
Las
palabras son portadoras de significados y estos están condicionados por muchas
variables culturales, el contexto de la situación, la entonación, el que el
aludido conozca el significado. El insulto es como una pinza, necesita de la
otra parte para morder.
Mal
hace la FIFA en dirigir sus baterías contra el Tri. Con esta pifia, ha volteado
los cañones en su contra. Convengamos que puto es el individuo que traiciona a
su grupo para obtener ventaja, sintiéndose inmune a las consecuencias, anclado
en su posición económica o social.
Puto es
el ignorante funcionario de la FIFA que acusa a los aficionados mexicanos de
racistas e intolerantes. Y más puto por atacar a un pueblo que a lo largo de su
historia ha sufrido racismo, persecuciones políticas y religiosas. Putos son
los funcionarios de la FIFA que están involucrados en escándalos de corrupción
y que ahora se erigen con una supuesta calidad moral.
Puto es
también el funcionario público mexicano que malgasta el dinero del erario, en
Brasil o en Las Vegas. Puto el legislador que piensa primero en los beneficios
de su partido antes que en los ciudadanos. Putos quienes hacen leyes a su
medida y se reparten el botín, putos quienes juraron salvaguardar la
constitución y se desempeñan con el mayor de los cinismos, putos, bien putos, los
que se venden y alientan la corrupción. Recontraputos, quienes venden droga
afuera de las escuelas o en los antros. Ultraputos quienes trafican con
personas, golpean mujeres, abusan de niños.
Desde
esta tribuna, con la verde bien puesta, sumo mi voz a la de Gustavo. Para todos
ellos: ¡eheheheheheeheheheheheheheh puuuuuuutooooooo!