En las últimas semanas hemos atestiguado sucesos donde
han muerto mexicanos, o han salido muy afectados, en condiciones que no
debieron suceder. Nuestra incapacidad para prevenir accidentes es un rasgo
nacional, despreciamos la prevención y con ella, la vida. Octavio Paz dijo, “La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia
ante la vida.”
En esta indiferencia estamos acostumbrados a no ver
las señales del inminente accidente o el potencial desastre, tal vez porque
arrastramos antídotos que ponen nuestra vida en manos del destino, “al que le
toca, le toca”, una suerte de ruleta rusa.
Crecí cuando no había cinturones de seguridad en los
autos, mucho menos eran obligatorios. Al mismo tiempo, en otros países, eran
práctica común. ¿Por qué las autoridades de ese momento, supuestamente
encargadas de mejorar las condiciones de vida de la población, no impulsaron
medidas de seguridad tan obvias?, mi hipótesis es que no importaba, como
tampoco ahora importan otras cosas.
Aunque hemos mejorado en el tema de la seguridad, estamos
muy lejos de las mejores prácticas, se nos hacen exageraciones.
La desgracia ocurrida hace unos días en Chihuahua en
la que murieron 9 personas arrolladas por la Monster Truck, es una metáfora de
lo que se multiplica todos los días en diferentes formas. Mientras en otros
países este tipo de espectáculos tiene sobradas medidas de seguridad, en
México, bajo la tolerancia y complicidad de autoridades y empresarios, se
arriesgó la vida de los asistentes. Hay varios criminales, el piloto sólo hizo
su parte.
Autoridades incompetentes para ver riesgos (que han
salido de ciudadanos incompetentes para ver riesgos) permiten vialidades de
alta velocidad con señalamientos deficientes, paradas de camiones y
concentraciones de peatones a merced de los vehículos, acotamientos donde se
tolera que se usen como un carril adicional (como sucede en el llamado periférico
en Guadalajara). Las autoridades son indiferentes al próximo accidente, al
dolor por venir. También son culpables por incapaces.
Quizá necesiten, como yo, una dosis de paranoia. Si
así fuera, no permitirían camionetas pick-up cargadas con personas, una escena
tan cotidiana en nuestras calles y carreteras que difícilmente amerita un
comentario de alarma. Antros sin medidas de seguridad e inspectores corruptos
que los cobijan, conductores con niños en las rodillas, electricistas que usan
cables más delgados, plomeros que confían en un parche maltrecho, constructores
que sobornan y cambian usos de suelo, camiones con sobrecarga. Muy mala fórmula
nuestra corrupción, la falta de pericia técnica, y la incapacidad de ver
riesgos.
En México nos falta prevención y nos sobra fe. Ante
una bisagra convencional de 6 agujeros, el carpintero decide usar sólo 4,
“porque está sobrada”. Ante la complacencia de los papás, los niños andan en
bicicleta sin casco y el que lo usa es visto como bicho raro. En los partidos
de futbol infantil en Estados Unidos, hay árbitro, dos abanderados y banderines
en las esquinas, se juega con equipo completo. Allá usan los 6 tornillos en la
bisagra.
En otras culturas cohabitar con el riesgo y estar informado
de ello, es común, también un derecho. Incontables lugares de California ostentan
la leyenda: “El Estado de California advierte que los químicos usados aquí para
la limpieza pueden causar cáncer”.
¿Preferimos nosotros no saber?, ¿”El Estado de
Chihuahua advierte que las Monster Truck pueden matar gente”, habría servido
para evitar un accidente o al menos que murieran menos?, ¿”El Estado de
Guerrero advierte que vivir en terrenos donde se ha modificado el cauce del
agua puede ser dañino y potencialmente mortal” habría evitado que la gente
comprara terrenos y casas ahí? (¿el Gobernador de Guerrero y su equipo, hasta
hoy se dieron cuenta de lo que hicieron los constructores de vivienda?).
Con voz y conciencia preclara el poeta Ricardo López
habló de México: “Tú hueles a tragedia, tierra mía,/y sin embargo, ríes
demasiado,/acaso porque sabes que la risa/es la envoltura de un dolor callado.”
Y entre esa risa y ceguera, alimento de la
indiferencia, aguardamos lo que no tenía que haber pasado, el inminente dolor
que viene.
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