¿Cuándo se es lo suficientemente viejo para cambiar?
La pregunta surgió intempestivamente durante una de mis incursiones
antropológicas al mundo de los negocios, territorio usualmente presionado por
una exigente demanda de innovaciones y cambios, por un monstruo-mercado
insaciable de novedades que parece aburrirse de lo mismo.
El caso a resolver (me gusta abordar los proyectos
como el detective que habla del último homicidio) era relativamente claro,
aunque no sencillo. Durante 75 años y por tres generaciones, la familia Frank
ha operado con éxito lo que probablemente sea el mejor lugar para comer prime
rib en el mundo, el restaurante Lawry’s, que desde sus orígenes representa la
clase y distinción del viejo mundo británico.
¿Para qué me quieren si tienen lleno todas las
noches?, “tenemos preguntas”, me respondió Richard, actual director y nieto del
fundador. Luego me explicó, con notable honestidad, sus dudas. Me dijo que una
revista culinaria calificaba a Lawry’s como “el lugar donde el tiempo se
detuvo”, que recibían comentarios de muchos clientes diciéndoles que los
uniformes de las meseras no habían cambiado (además, las chicas que vi tenían
en promedio más de 55 años), que no estaba atrayendo jóvenes y que su clientela
eventualmente envejecería y moriría, y que se preguntaba si no era momento de
cambiar, de modernizarse e innovar, textualmente dijo “¿cómo le hago para
atraer jóvenes?” y “quiero saber cuál es la receta de la marca, la del prime
rib ya la conozco”.
Siempre he dicho que donde la gente no tiene
preguntas, yo no tengo razón de intervenir. Decía Borges, “la duda es uno de los
nombres de la inteligencia”. Cuando me dicen “¿cómo me puedes ayudar?”,
respondo: ¿cuáles son tus preguntas?
Junto con mi equipo, abordamos el caso como haría un
médico responsable. No adelantamos conclusiones ni hicimos suposiciones hasta
no investigar. Nos sacrificamos cenando varias veces en la matriz en Beverly
Hills, también en Chicago, Dallas y Las Vegas, observamos primero cómo la gente
usaba, apropiaba el lugar, y cuáles eran los rituales que enamoraban a la
gente. Después hablamos con varios de sus clientes, exploramos sus recuerdos,
les pedimos que nos contaran anécdotas dentro del restaurante.
Al tiempo, como en una exploración arqueológica,
surgieron los hallazgos. Había figuras simbólicas de casa y familia: la
chimenea, los 4 escalones del salón principal, el trato cariñoso y dedicado de
ellas, las meseras, la fuerza del “Carver”, el proveedor, el hombre que lleva la carne hasta la mesa en un
icónico carrito de acero inoxidable en forma de ovoide art-decó. Encontramos a
“mamá” y a “papá” atendiendo al “hijo”, en “casa”, asociación que por supuesto
opera a nivel subconsciente.
Pudimos responder las preguntas de Richard. Sobre la
presión por cambiar y modernizarse, le recomendamos permanecer igual. Hoy en
día todo cambia, todo necesita actualizarse, la tecnología se vuelve obsoleta
en meses, el ser humano requiere de anclas que le sirven de referencia en la
vida. La casa paterna es usualmente esta ancla, Lawry’s, al permanecer igual,
es otra (y la gente lo agradece aunque de boca para afuera diga “no han cambiado”
como si fuera algo negativo). Le recomendamos olvidarse de los jóvenes también
(su pregunta de cómo atraerlos, resultó una pregunta equivocada): por ley
natural, el lugar favorito de papá es el anti-lugar del adolescente, le
explicamos a Richard que eventualmente ese joven se casará, tendrá hijos y
volverá a Lawry’s siguiendo un patrón de tradición.
Y aquí, en la tradición, tuvimos el mejor hallazgo. El
ser humano acumula tradición, no puede dejar de hacerlo. Explicamos a Richard
que Lawry’s no era un lugar viejo, tradicional, sino uno que ayudaba a forjar
la tradición de amigos y familia. Le sugerimos abortar su programa de “clientes
VIP” y en lugar llamarles “Tercera Generación”, “Segunda Generación”, y así. Un
dibujo de papel para los niños, con un árbol genealógico en blanco, completaría
la estrategia, “mamá, ¿quién fue el primero de nuestra familia en venir a
Lawry’s?”
Obsoleto no es lo que acumula años, sino lo que carece
de valor. Para un mundo que demanda respuestas, nada mejor que empezar por las
preguntas.
Muy acertado articulo, a veces es mejor dejar las cosas como están. En la Farmacia Paris parece que se detuvo el tiempo.
ResponderEliminarGracias, Leobardo, por tu comentario.
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